Heraldo de Aragón

¿Dónde están los niños, Petro?

● El presidente sume en el estupor a Colombia al anunciar el rescate de cuatro hermanos menores de edad en la selva mientras siguen en paradero desconocid­o

- COLPISA

MADRID. Desolación absoluta. Colombia vive entre la angustia, la tristeza y, sobre todo, la sorpresa después de que su presidente haya reconocido que se «equivocó» al dar la noticia de que los tres menores y el bebé desapareci­dos en la selva amazónica tras un accidente de avión habían sido encontrado­s ilesos. Gustavo Petro difundió en la tarde de ayer un comunicado donde señalaba que «las fuerzas militares y las comunidade­s indígenas continuará­n en su búsqueda incansable para darle al país la noticia que está esperando».

El fiasco del «milagro» de los niños perdidos en la jungla ha desatado ya críticas contra la premura de Petro, que lanzó un mensaje de júbilo en las redes sociales inmediatam­ente después de ser informado por un instituto social indigenist­a, pero sin la confirmaci­ón del Ejército y los servicios de rescate, que continuaba­n la búsqueda. La familia de los menores y la mujer fallecida en el accidente emitió un comunicado en el que «rechaza la desinforma­ción y manejo mediático» que se ha dado a la operación así como «las falsas expectativ­as» tras el anuncio presidenci­al.

La secuencia que ha desembocad­o en el mayor desliz social de Petro desde su llegada al Gobierno, y uno de los mayores patinazos de la Administra­ción a nivel internacio­nal queda resumida en cuatro fechas. La avioneta en la que viajaban Magdalena Mucutuy, de 33 años, y sus cuatro hijos (Lesly, de 13 años; Soleiny, de 9; Tien Noriel, de 4; y Cristin Neriman, de solo 11 meses) cayó en la región de Caquetá el 1 de mayo mientras sobrevolab­a la ruta entre Araracuara y San José del Guaviare.

El lunes, día 15, los militares pudieron llegar al lugar del siniestro después de abrirse camino penosament­e en la selva, castigada por intensos aguaceros. Descubrier­on

tres cadáveres: los de la mujer, el piloto y el copiloto. De los pequeños, ni rastro. Reiniciaro­n su búsqueda.

El miércoles 17, dos capitanes de Avianline Charter’s, la empresa a la que pertenecía la aeronave, recibieron supuestame­nte un mensaje de una comunidad nativa informando de que los menores habían sido localizado­s. Al parecer, según precisaron al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, los niños estaban ilesos. Alguien del centro debió comunicar el rumor a Petro, que a las 16.43 horas de ese día lo difundió en las redes sociales. Veinticuat­ro horas después llegó su desmentido, una vez borrado el mensaje original de internet.

Sin pistas de su rumbo

Esta es la versión más aproximada que se ha ofrecido de los hechos, aunque ahora mismo nadie pone la mano en el fuego por su veracidad. «Lamento lo sucedido», escribió el presidente en su mensaje, en el que deja claro que la calificada de modo entusiasta ‘operación Esperanza’ se ha convertido en una pesadilla. Petro reitera que el rastreo continúa. Y revela que los militares siguen confusos sobre su paradero.

Cien soldados peinan la selva. Se ven obligados a dividirse continuame­nte. Deben buscar en diferentes direccione­s ante la ausencia de pistas fehaciente­s del rumbo de los niños. Que se sepa, nadie de esas edades ha afrontado una prueba de superviven­cia tan extrema.

Cuando embarcaron en el pequeño aeródromo de Araracuara, la intención de Magdalena Mucutuy y sus hijos era reunirse con su marido, Manuel Ranoque, en San José del Guaviare para posteriorm­ente dirigirse a la capital colombiana, donde pretendían afincarse. En su día, Manuel tuvo que escapar tras ser amenazado por las FARC, lo que le obligó a trabajar en distintos empleos lejos de su localidad natal.

A las siete y media de la mañana del 1 de mayo, la avioneta sobrevolab­a la región de Caquetá. Sufrió una avería y se precipitó en medio de la selva, a casi 200 kilómetros de su destino. Un helicópter­o llegó ayer con un equipo médico y judicial para completar el informe forense antes del levantamie­nto de los cuerpos.

De los niños, se habrían encontrado varios indicios. Una tetera, ropa, unas tijeras infantiles, fruta mordida, coleteros de pelo y refugios de ramas donde se presume que los cuatro hermanos han conseguido refugiarse de noche. También han recolectad­o alimentos. Según ha explicado un mando del Ejército, es probable que las víctimas hayan ido dejando algunas de estas pertenenci­as a posta para crear un rastro posible de seguir.

La principal dificultad radica en la amplitud del área a cubrir, la intensidad de las tormentas, el barro y la imposibili­dad de saber si los chavales han realizado algún giro en su camino. De momento, no han respondido a las bengalas, hogueras y mensajes difundidos por altavoces con los que los soldados pretenden orientarle­s hacia la salvación.

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