Las dudas de una goleada
● La estrepitosa eliminación ante el Manchester City invita a recalibrar el plan trazado por el Real Madrid y desnuda déficits que van más allá del equipo técnico
MADRID. El hiperbólico contexto en el que se mueve el Real Madrid hace que las victorias se magnifiquen con superior estruendo y las derrotas se dramaticen también con mayor virulencia que en otros clubes. Por eso, lo que parecía cristalino hace apenas un par de semanas tras el triunfo de los blancos en la Copa del Rey entra en terreno resbaladizo después de la debacle frente al Manchester City en semifinales de la Champions.
El conjunto de Chamartín fue vapuleado en el Etihad por una escuadra con infinitos registros futbolísticos, sed de venganza y una fervorosa parroquia que la llevó en volandas hacia la final de Estambul. El ciclón de los ‘citizens’ fue de tal calibre que incluso devolvió a los más veteranos aficionados merengues el recuerdo de lo sucedido el 19 de abril de 1989, cuando el Milan de Arrigo Sacchi despedazó a la Quinta del Buitre infligiéndole una manita en San Siro que tumbó a Leo Beenhakker y abrió el declive de una generación extraordinaria que, sin embargo, tuvo en la Copa de Europa un muro infranqueable.
Carlo Ancelotti, que inauguró precisamente aquella sangrante goleada vistiendo la camiseta ‘rossonera’, vuelve a escuchar lluvia fina y pese a que Florentino Pérez sacó el paraguas para resguardarle de inclemencias mediáticas en La Cartuja al término de una jornada venturosa, recuerda que el mandatario no tuvo reparos en el pasado a la hora de apretar el gatillo como respuesta a sonrojos menores que el que padeció el Real Madrid en la aciaga noche que vivió en tierras mancunianas.
«Si ganamos acierto y si no ganamos, a la calle », respondía con flema el técnico italiano minutos antes de que el City volviese a poner su futuro en tela de juicio a resultas de la impotente actuación que ofreció el Real Madrid en el recinto de los ‘skyblues’. Una afirmación que condensaba su asunción del carácter voladizo que adquieren los respaldos de la cúpula en un club sometido a una exigencia brutal, por más que luego en sala de prensa aludiese a las palabras de Florentino Pérez apoyando su continuidad hace menos de medio mes.
La decepción es mayúscula, pero la situación demanda un análisis frío antes de abordar decisiones. A un lado de la balanza están los seis títulos que ha ganado Ancelotti en dos años, el cierre de filas del vestuario con el técnico y el papel que ha jugado en la eclosión de Vinicius, Rodrygo o Camavinga. Al otro, pesan el abúlico desempeño del Real Madrid en la Liga y el mustio rostro que ofreció en la final de la Supercopa de España, ciertas iniciativas que no comulgan con los deseos de la directiva como la de situar a Camavinga en el lateral izquierdo y la tentación de capear la tormenta con un golpe de timón que aparte el foco de déficits en la planificación deportiva que no son responsabilidad del staff técnico.
Porque el City volvió a desnudar a un equipo que sigue teniendo una dependencia extrema de veteranos a los que va agotándoseles la gasolina y cuyos refuerzos vienen condicionados por la enorme inversión destinada a la faraónica reforma del Santiago Bernabéu. Es pronto para saber si este es el fin de un ciclo que algunos anunciaban ya 2019, un periodo de tiempo en el que a los viejos rockeros les ha dado tiempo para sumar otra ‘orejona’ mientras oficiaban como tutores de la ‘next generation’, pero de lo que no cabe duda es de que el Real Madrid necesita rearmarse.