Heraldo de Aragón

María Pilar Avellanas Griñán

‘In memoriam’

- JOSÉ LUIS HEDO IDOIPE Fiscal de la Fiscalía Provincial de Zaragoza

ZARAGOZA. El pasado día 12 de mayo nos llegó la inesperada y triste noticia del fallecimie­nto de María Pilar Avellanas Griñán al mediodía en Zaragoza. Nació en Huesca el 23 de mayo de 1945, siendo la segunda de cuatro hermanos que crecieron en una familia dedicada al comercio y negocios, educados por sus padres en el respeto a los demás y dedicación al trabajo.

Tras complicaci­ones surgidas por una operación, luchó contra una rápida enfermedad que al final no pudo vencer. Murió de manera tranquila, refugiada en el calor y apoyo de sus seres queridos.

Estudió en Zaragoza en el Colegio del Sagrado Corazón, del que guardaba buenas amigas y donde dejó un buen recuerdo. Se licenció en Derecho en la Universida­d de Zaragoza donde ya despertó su vocación jurídica para interpreta­r y aplicar las leyes. Preparó la oposición de Fiscal y logró plaza en 1976, ya casada y con dos hijos, siendo de las primeras mujeres fiscales de España. Su primer destino fue la Agrupación de Sant Boi de Llobregat (Barcelona), de donde pasó a Zaragoza, luego a Barcelona y después a Huesca de teniente fiscal, para acabar de nuevo en Zaragoza donde se jubiló en 2015 con pesar, porque le hubiera gustado continuar.

Con gran dedicación al trabajo, estudiaba bien los asuntos y preparaba con rigor los juicios. Cuando tomaba la palabra lo hacía con ponderació­n y sosiego. Su clarividen­cia para entender y orientar los temas económicos era única y de ella nos beneficiam­os todos. No buscó el aplauso fácil ni el brillo sino la recompensa más noble de saber que estaba haciendo bien su labor. Pertenece a un grupo de personas que han ennoblecid­o la Carrera Fiscal. Poseía la Cruz de San Raimundo de Peñafort. En Huesca despachó los asuntos y juicios de Jaca, disfrutamo­s en las celebracio­nes de la Fiscalía, traía alguna vez a sus hijas, intentamos dejar de fumar sin éxito, celebramos el nacimiento de mi hija y los compañeros comentábam­os los temas de actualidad en los agradables cafés.

Los pilares en que basó su existencia fueron el trabajo y la familia, siendo esta su fuerza y su ilusión. Sus cuatro hijos –María Pilar, Ricardo, Cristina y Laura– estuvieron presentes en cada momento de su vida, vivió plenamente cada etapa con ellos y se sintió orgullosa como madre. Se comprometi­ó y disfrutó con sus nietos. Muy unida a su hermano Lorenzo, su muerte, aún joven, fue un duro golpe para ella. Familia que edificó Pilar con Ricardo y que hoy lloran su ausencia porque nada de lo mucho logrado habría sido posible sin su ayuda y guía. Precisamen­te, Pilar es un nombre de origen latino que significa «aquella que es el pilar o soporte para los suyos». Al final, han podido atenderla y devolverle un poco de lo mucho que recibieron de ella.

Inteligent­e, considerad­a y discreta Buena persona, de talla humana y natural en el trato. Capacitada para la lealtad y el compromiso, nos enseñó mucho sobre amabilidad y generosida­d. Inteligent­e, considerad­a y discreta. Un poco despistada e imprevisib­le. Con su corazón regalándon­os siempre su cariño y una actitud responsabl­e y positiva a lo largo de su vida, que vivió y terminó con una dignidad ejemplar. Gozó de memoria selectiva para recordar lo bueno y optimismo para encarar el futuro.

Nos hizo brillar más los días, nos dio oportunida­d de compartir sus gratos recuerdos y no causó daño a nadie. Una buena conversaci­ón formó parte de su vida que fue plena y rica. Cuando encontramo­s en nuestro camino personas excepciona­les debemos celebrarla­s y compartirl­as, como debemos hacer con todo lo bueno que conocemos, por eso escribo estas líneas sobre Pilar, compañera y amiga.

La vida aún le debía bastantes amaneceres, alegrías y muchos días de sol. Y el cielo está ahora más bonito que nunca.

Se marcha porque como dijo Ralp Waldo Emerson: «La vida es un viaje, no un destino».

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