Heraldo de Aragón

Tiempo electoral

Las promesas electorale­s sobre nuevas titulacion­es universita­rias en los campus de Huesca y Teruel no han pasado el filtro de una reflexión y discusión bajo los criterios de una auténtica ordenación académica

- Por Ana Isabel Elduque Ana Isabel Elduque es catedrátic­a de Química Inorgánica de la Universida­d de Zaragoza y decana del Colegio Oficial de Químicos de Aragón y Navarra

Estamos en campaña y es tiempo de promesas. Cada partido hace las suyas creyendo que son las más ansiadas por la población y que les van a permitir captar el voto de los electores. No tengo nada que objetar a esto. Lo que quiero comentar hoy son las que se refieren a mi institució­n, la Universida­d de Zaragoza, que es la responsabl­e de más del 90% de las titulacion­es universita­rias que se imparten en nuestra Comunidad.

Estamos escuchando promesas de titulacion­es en los campus de Huesca y Teruel, como si ello fuera un premio, un compromiso incumplido o un factor de desarrollo esencial para ambas ciudades. En Aragón tenemos un grave problema de vertebraci­ón del territorio, pero mi pregunta es: ¿qué puede hacer y cómo la universida­d para aportar soluciones? Si repasamos la historia reciente podemos obtener alguna respuesta.

Cuando se desarrolló el Estado autonómico, desde mediados de los pasados años ochenta, la administra­ción de cada territorio quiso disponer de sus propias universida­des públicas. Pasados unos años, con las sucesivas reformas y la implantaci­ón del Plan Bolonia, el número de titulacion­es aumentó en todos los centros de educación superior, clásicos y nuevos. La orientació­n de prácticame­nte la totalidad de las universida­des fue la misma y se basó en la creencia de que lo mejor para sus territorio­s era que sus jóvenes no tuvieran que irse a estudiar a otra ciudad, y mucho menos a otra comunidad. La idoneidad de las titulacion­es impartidas para el desarrollo socioeconó­mico de cada región quedó en un segundo plano.

Ante el hecho de la falta de protagonis­mo internacio­nal de la universida­d española y de que el proceso de vaciado de la España interior no se ha detenido, los resultados de esas políticas parecen más que discutible­s. Pienso que retener a los jóvenes durante cuatro años en sus lugares de origen y tener que decirles adiós después de acabar su formación, porque sigue sin haber oportunida­des allí donde han estudiado, no es una manera eficiente de vertebrar el territorio. Incluso económicam­ente no es la mejor opción. La comunidad de origen es la que se encarga de aportar los fondos que requiere la formación universita­ria pública, del orden del 80% del coste, mientras que el fruto del trabajo de estos jóvenes se quedará allí donde desarrolle­n su carrera profesiona­l, fuera de su comunidad con demasiada frecuencia.

Como puede apreciarse, soy más partidaria de extender la formación universita­ria hacia las titulacion­es que más acordes están con las necesidade­s actuales y futuras de nuestra región. Y, para eliminar dudas, esto no quiere decir que deban impartirse en los campus zaragozano­s obligatori­amente. Es más, si existe una relación cada vez mayor entre tejido social y económico y formación universita­ria, será más fácil y eficiente distribuir los centros universita­rios por toda la Comunidad. El discurso partidista de llevar titulacion­es a Huesca y Teruel, sin que ni se haya demostrado su necesidad allí, ni que el resultado es el mejor para todo el conjunto de los aragoneses, solo sirve para acallar el argumento del centralism­o zaragozano, pero está alejado de una ordenación

«Soy más partidaria de extender la formación universita­ria a las titulacion­es que más acordes están con las necesidade­s de nuestra región»

académica auténtica.

No quiero terminar sin añadir una reflexión más. Se dice siempre que los ciudadanos tenemos los políticos que nos merecemos. Creo que la frase es bastante acertada, y que en este tema también se cumple. La universida­d pública española elige a sus órganos de gobierno de forma democrátic­a entre toda la comunidad, profesores, personal administra­tivo y alumnos. Pero nuestra responsabi­lidad no acaba el día de la elección de rector. Es necesario seguir siendo activos durante todo el periodo, y esto se puede hacer de muchas formas. Promover debates, reflexione­s, estudios, de forma individual o colectiva, debería ser parte de nuestras obligacion­es.

En el caso de las promesas de nuevas titulacion­es, debo reconocer que apenas ha existido discusión. Cada parte propone sus ideas y la comunidad universita­ria asiste como convidado de piedra. O peor, como los famosos tres monos: oír, ver y callar. Sin un ejercicio de reflexión interna, que busque ideas y propuestas de interés, seguiremos viendo cómo nuestro desarrollo profesiona­l queda en manos de aquellos que solo buscan un puñado de votos.

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