Trabajo fecundo
El hombre consigue, de ordinario, gracias a su trabajo, el sustento de su vida y de los suyos: con el trabajo se une a sus hermanos y los sirve, y con él puede practicar una verdadera caridad y ofrecer su cooperación al perfeccionamiento de la creación divina. Más aún, para los que tienen fe, si ofrecen su trabajo a Dios pueden colaborar a la obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo una dignidad eminente, trabajando con sus propias manos en Nazaret. En plan de chiste: «¿Desde cuándo trabajas en la oficina?». Y contesta: «Desde que me amenazaron con echarme si hacía el vago». El que sabe que el trabajo es fecundo no hace el vago y trabaja. Cuando Juan XXIII era el cardenal Roncalli, se le estropeó el coche en un pueblo de Italia, y el mecánico, que había cerrado ya el taller, volvió al trabajo y le arregló el coche. «¿Cuánto le debo?», preguntó el cardenal. «Nada, eminencia, ya me lo pagará usted cuando sea Papa». Tiempo después, Juan XXIII escribió al mecánico pidiéndole la factura y por su trabajo bien hecho fue pagado. El trabajo es fecundo en todo. En el mundo laboral los trabajos son muchos y necesarios. Cuenta un señor que al salir de la autopista le dio excusas al encargado de cobrar el peaje por tener que pagar con un billete grande. «No tenga cuidado –repuso el empleado–, si no fuera por personas como usted que necesitan cambio, me sustituirían por una máquina tragaperras». Es una pena que con lo fecundo que es el trabajo, la falta de él y la precariedad del mismo atenten contra la dignidad del hombre, creando no sólo situaciones de injusticia y de pobreza, que frecuentemente degeneran en desesperación, criminalidad y violencia, también crisis de identidad en las personas. Es urgente, pues, que surjan medidas eficaces, planteamientos serios y atinados, que lleven a encontrar caminos para que todos tengan acceso a un trabajo digno, estable y bien remunerado. El trabajo no es algo opinable, algo que el hombre puede hacer o dejar de hacer, como tantas otras cosas. El trabajo es ley de la Creación: los pájaros, para volar y el hombre, para trabajar. Así de claro y rotundo…
Teófilo Marco Estella
EL GRADO (HUESCA)