Heraldo de Aragón

Ibiza como paradigma de las necesidade­s

La derrota del sábado sirvió para volver a constatar la descompens­ación que hay en la plantilla zaragocist­a. Cuando ciertos jugadores participan, el nivel baja notablemen­te

- JAVIER CLAVERO

Si de algo sirvió el trámite de Ibiza es para constatar, una vez más, la diferencia que existe entre los dos Zaragozas, el que ha demostrado poder competir frente a cualquiera y el que aminora sus capacidade­s con la entrada de suplentes que, salvo en casos muy puntuales, no continuará­n la próxima temporada.

Como estaba previsto, Fran Escribá introdujo cambios en todas las líneas. Transformó el once titular que tan buen rendimient­o venía ofreciendo en la recta final de curso, y la puesta en escena del equipo, en cierto modo, no sorprendió.

A nadie se le escapa a estas alturas que Manu Molina no mezcla bien con Grau. Tampoco lo difícil que resulta jugar con confianza cuando llevas tantos meses asumiendo una participac­ión residual. Pero Escribá, de alguna forma, quiso premiar la profesiona­lidad que el centrocamp­ista ha tenido desde que el cambio de míster volteara su rol en el equipo.

Probableme­nte, Manu Molina jugó sus últimos minutos con la camiseta del Real Zaragoza en el estadio Can Misses. Y lo hizo con una actuación discreta ante la que fue su afición durante dos temporadas.

Tan plano fue su juego como evidente la necesidad de que el nuevo proyecto cuente con un pivote iniciador (Marc Aguado es el elegido) que dé un salto de calidad y se complement­e con Francho Serrano, convertido en pieza indispensa­ble del sistema 4-4-2 que plantea Escriba.

El sábado, la ausencia del canterano se hizo más que notoria. Ningún medio rompió líneas, con o sin balón, ni tampoco ejerció de enlace con un ataque que, para colmo, perdió a Bermejo antes de que se cumpliera la media hora de juego.

El mediapunta madrileño no tiene sustituto en este equipo. Se

demostró el sábado con la entrada de Puche y también a lo largo de una temporada en la que, como en años anteriores, el Zaragoza ha exhibido una alarmante falta de calidad en los últimos metros.

De ahí que el director deportivo zaragocist­a, Juan Carlos Cordero, se esté moviendo en el mercado en busca de extremos incisivos y, por supuesto, de un delantero que prometa una cifra considerab­le de goles.

La soledad de Iván Azón se volvió a poner de manifiesto en Can Misses. Sin Giuliano Simeone al lado, baja prestacion­es. Su conexión con el recién recuperado Víctor Mollejo no es tan afilada, y lo de Gueye… lo de Gueye es mejor que termine cuanto antes.

El senegalés es pura voluntad sin nivel para la categoría. El sábado volvió a pasar inadvertid­o en los alrededor de 25 minutos que estuvo sobre el césped. Y tampoco otro puñado de futbolista­s a los que se les brindó la oportunida­d (Larrazabal por la ausencia de Gámez o los que entraron al final, como Alarcón o Vada) dijeron nada.

Más que un problema de actitud, fue de aptitud. Dejarse llevar sin nada en juego es, hasta cierto punto, lógico. Lo alarmante es esa descompens­ación en la plantilla, a corregir en los meses venideros.

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