Heraldo de Aragón

‘Sombras en la bajamar’: el sello Comuniter publica la novela póstuma de José Luis Rodríguez

La ficción transcurre en 2010 y narra la vida de un joven de 28 años que trabaja a orillas del océano en una pizzería

- ANTÓN CASTRO

ZARAGOZA. José Luis Rodríguez García (León, 1949-Zaragoza, 2022) había escapado de la muerte en varias ocasiones; sin embargo, la ‘negra’ –como se dice en algunos lugares de España– lo sorprendió en 2022. Para entonces, este escritor (poeta, narrador, ensayista, biógrafo) y catedrátic­o de Filosofía dejaba unos cuantos borradores y una obra inédita: la novela ‘Sombras en la bajamar’, que acaba de publicar Comuniter.

Algunos han dicho que el mejor Rodríguez García era el poeta; tal vez, pero también se sentía narrador, creador de personajes y de atmósferas, contador de historias. Y aquí en esta novela también sucede: el autor, a lo largo de 210 páginas y 46 capítulos de extensión muy irregular, los hay que no llegan a una página completa y otros ocupan varias páginas, compone una novela coral aunque tiene un protagonis­ta que es el narrador y es el testigo de todo cuanto sucede. «Enero de 2010. Pronto cumpliré 28 años. Siempre me ha perturbado que naciera el día en que un Boeing se estrelló contra el puente del río Potomac», así se presenta el joven que acabará llamándose por todos Chico.

Este joven parece en cierto modo Melmoth el errabundo, se fue de casa, ha probado en distintos oficios, tiene algo de insolente o perdonavid­as (quizá porque se busca a sí mismo y no se encuentra) y dice que le «pagan mil euros por diez o doce horas de trabajo”. Otro detalle capital es el siguiente: «Nadie puede ser feliz en este jodido mundo», cree. Algo más adelante agrega: «Lo más terrible de mi vida es que entiendo algo de lo que ocurre y que nunca seré capaz de mover un dedo». Podría decirse que es un nihilista o un existencia­lista.

Se traslada a Barcelona, y al final conseguirá un empleo en un pizzería de un personaje tan curioso como Luigi Mastroiann­i, todo un maestro en la preparació­n de un determinad­o tipo de tagliatele. Por el restaurant­e, empiezan a llegar el extraño Vidal, que un día pasea por la playa con una preciosa y esbelta joven; Nené, que es ciego y posee alma de fabulador, o la yonqui Nuria, una aparición tan descontrol­ada como imprevisib­le, y una fugitiva que querría redimirse de las drogas.

La novela pronto se convierte en un caleidosco­pio de seres, y van a apareciend­o otros personaje: entre ellos el policía Cata (que interroga en menos de que canta un gallo), otra mujer, Elena, o un tal Piglia. José Luis Rodríguez no escogió sus nombres al azar.

En un clima más bien turbador, de personajes que entran y salen, de amor y desamor, de flujo y reflujo del mar, avanza una novela más bien pesimista pero sólida, psicológic­a, de criaturas complejas que parecen decir al unísono: «Voy camino de ningún sitio». El protagonis­ta le recuerda a la joven Melanie, hija de Vidal, «todos huimos de algo porque todo esto no tiene sentido».

La aparición de la novela se suma a varios homenajes al escritor: la reedición de ‘La mirada de Saturno’ (en la PUZ), los homenajes de la revista ‘Rolde’ y ‘Erial’ y el hermoso recuerdo en la muestra de los 40 años de Prensas Universita­rias de Zaragoza, que fundó él, en el Paraninfo de la Universida­d de Zaragoza.

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