Heraldo de Aragón

Lecciones de copiar

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Copiar en los exámenes de forma espontánea, de natural, no será sancionado. Es una forma, por así decirlo, de premiar la habilidad del alumno para engañar al profesor sin valerse de ningún material. Es decir: su agudeza visual para llegar a ver lo que escribe el compañero de delante, o su soltura para evitar que el docente le sorprenda mientras pide que le chiven una respuesta.

Sí será considerad­o como falta grave valerse de la tradiciona­l chuleta, o el más novedoso pinganillo, o dar el cambiazo sin despeinars­e y silbando con cara de «aquí no ha pasado nada». Como el copiota que no se esforzó para estudiar, pero sí para copiar en un bote de típex, con paciencia de amanuense y letra microscópi­ca, unas cuantas fórmulas químicas. El profesor le pilló in fraganti intentado enfocar la vista en el texto. Pidió seguir haciendo el examen alegando que nada de lo que le había preguntado estaba en la chuleta, pero no se libró de la expulsión.

Quienes están dando lecciones de copiar nivel experto son algunos políticos en esta campaña electoral. Resucitan como si fueran propias ideas que ya lanzaron en su día sus contrincan­tes en las urnas. Nos tratan a los electores como si fuéramos profesores despistado­s y desmemoria­dos. Algunos además son reincident­es en las malas artes del copieteo, conocido para algunos como «intertextu­alidad», en palabra de una presunta escritora y periodista de cuyo nombre no quiero acordarme. Hay políticos reincident­es a quienes en su día ya les sacaron los colores porque habían plagiado su tesis doctoral. Y es que no todo el mundo vale para copiar, solo es apto para quienes carecen de vergüenza.

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