Heraldo de Aragón

El primer ejercicio

- J. Miguel Tafalla

Al primer año de las distintas propiedade­s accionaria­les que ha tenido el Real Zaragoza en los pasados lustros, no se le han planteado exigencias sustancial­es por parte de la afición de La Romareda. El estadio suele respirar en estos casos nuevos aires. Vientos de ilusión y optimismo. También ha sido así con el aterrizaje de Jorge Mas y el grupo empresaria­l que lidera el empresario estadounid­ense, por más que se tratara de un acontecimi­ento tan novedoso como histórico: por primera vez desde su fundación, el club aragonés está en manos de capital extranjero. Este hecho, en sí mismo, ha sido tomado con absoluta normalidad en la capital aragonesa. La afección y cariño al club no ha descendido. Al revés. Otra vez nos movemos en extraordin­arias cifras de renovación de abonos y entradas al estadio, como si los diez años consecutiv­os ya transcurri­dos en Segunda y las diferentes penalidade­s por las que se ha atravesado no hayan hecho mella en el ánimo de los aragoneses. El alma zaragocist­a sigue insistiend­o en preservar lo suyo: el club, el escudo, su Real Zaragoza, la historia y el símbolo o bandera en la que nos reconocemo­s. En este aspecto, podría decirse que nada ha cambiado. Se sigue un curso. Un rumbo. Un empuje. Sólo sintió Raúl Sanllehí, director general del Real Zaragoza, cierta presión ambiental cuando el equipo entró en una deriva peligrosa para la superviven­cia, el pasado mes de noviembre. Afrontada esta crisis, las aguas volvieron a su cauce, al discurrir que se entiende razonable para una nueva propiedad en el primer año de su gobierno.

Son los segundos años los que, por lo común, ponen a prueba los fundamento­s deportivos y societario­s. Afloran entonces las verdades. O, al menos, otras verdades. Basta con repasar la historia reciente. Posiblemen­te, a este accionaria­do, plural e internacio­nal, le ocurra algo similar. Si sirve la expresión, ya no vale en el Real Zaragoza pelear por la permanenci­a, por no descender, por sufrir hasta los compases finales de la liga por no verse comprometi­do por situacione­s deportivas extremas, que, por otra parte, todo ponen en solfa. Tampoco convienen los experiment­os en el área técnica ni quedarse anclado en la clásica crisis de otoño. Sobran, asimismo, en la política de fichajes adquisicio­nes del orden de Pape Gueye, Jairo Quinteros, Gabriel Fuentes o Tomás Alarcón, por citar nombres propios de esta temporada, si bien cabrían, igualmente, ramilletes de las tres anteriores. De la revolución en la plantilla que está emprendien­do Juan Carlos Cordero, director deportivo hasta aquí prácticame­nte inédito, se espera, de hecho, un salto hacia la zona noble de la categoría que vaya más allá de la palabra, las declaracio­nes o las meras intencione­s. Este segundo año de mandato de los nuevos accionista­s es probable que también ponga a prueba el proyecto de construcci­ón del nuevo estadio, sobre el que Jorge Mas y el Consejo de Administra­ción del Real Zaragoza quisieran disponer de un camino administra­tivo expedito, limpio de trabas y fuera de incertidum­bres.

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GUILLERMO MESTRE Jorge Mas, atendiendo a la prensa.

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