Heraldo de Aragón

Los partidos se la juegan tras una campaña sacudida por Bildu y la compra de votos

● Pedro Sánchez revela temor a la desmoviliz­ación de su electorado en una cita que puede dirimirse por un puñado de votos

- PAULA DE LAS HERAS

MADRID. La idea del PSOE cuando diseñó su campaña nacional para este 28-M era poner todo el foco en la gestión, aparcar los ruidos y generar, con medidas muy concretas y dosificada­s a lo largo de los días en vivienda, sanidad o educación, un marco propicio para Pedro Sánchez de cara a las generales de fin de año y dentro del que todos sus candidatos autonómico­s y municipale­s pudieran sentirse cómodos. La del PP, convertir la cita en un plebiscito contra el «sanchismo», entendido este como las cesiones a sus socios de ERC, EH Bildu y Podemos. A toro pasado, puede decirse que a ninguno le ha salido la jugada redonda. La campaña ha ido por derroteros inesperado­s para todas las fuerzas en liza. Pero los populares han estado más cerca de su plan. Y eso se percibió, en el cierre, en el ánimo de unos y otros.

Los socialista­s –que tienen como objetivo retener, con ayuda de sus socios, todo el poder conquistad­o hace cuatro años en sus comicios más exitosos en más de una década, nueve autonomías y 22 capitales de provincia– llegaron a la pegada de carteles con las encuestas augurando una batalla muy reñida, pero con la perspectiv­a de tener que lograr una movilizaci­ón imprescind­ible para no ser superados por la derecha especialme­nte en plazas tan codiciadas como la Comunidad Valenciana y con el viento, aparenteme­nte, de cola.

Los asuntos que más podrían haber contaminad­o el ambiente – la ley del ‘solo sí es sí’ o las reformas del Código Penal para derogar la sedición y rebajar la malversaci­ón– quedaban ya lejos en unos tiempos en los que la informació­n corre y abunda. Habían logrado cerrar la última discusión con sus aliados y aprobar la ley del derecho a la vivienda justo a tiempo para usarla como reclamo; estaban sacando jugo a las criticas de la Comisión Europea al plan de regadíos de los populares y Vox en Doñana; contaban con el comodín del BOE para repartir golpes de efecto (incluso a costa de enfadar a un Podemos ninguneado); y el presidente de EE. UU., Joe Biden, había invitado a Sánchez a la Casa Blanca en la apertura de campaña. Pero ya ese día todo se torció.

La denuncia de Covite de que Bildu había incluido a 44 condenados por terrorismo en sus listas dio a Alberto Núñez Feijóo una munición que le permitió poner el foco en los lazos de Sánchez con la formación de Arnaldo Otegi durante días, aunque por el camino él tuviera que lidiar a su vez con una Isabel Díaz Ayuso

decidida a ejercer un liderazgo propio y con un Vox empeñado en dificultar­le la soñada reagrupaci­ón de la derecha, llevando la crítica al extremo de pedir la ilegalizac­ión de los independen­tistas.

El CIS publicado este lunes ya reveló que el asunto había pasado factura al PSOE, aún con un 15% de indecisos. Y el goteo de casos de compra de votos y escándalos de distinta índole, que han convertido los últimos días de campaña en un reguero de noticias más propias de la sección de sucesos que de la de política, no ha resultado el mejor acicate.

Quizá sin el escándalo protagoniz­ado por Coalición por Melilla en la ciudad autónoma, el más relevante de todos los fraudes destapados, ni el caso de Mojácar habría cobrado tanto vuelo ni el de la localidad murciana de Albudeite habría sido tratado como algo más que una anécdota. Pero el cuadro general –que incuye la petición de imputación de su secretario de Organizaci­ón andaluz, Noel López, por el secuestro de una edil en Maracena (Granada) en febrero– resulta especialme­nte ingrato para Ferraz.

Los posibles efectos

Los populares no dejaron pasar ayer la oportunida­d de tirar por elevación. «Con estos casos de presunta corrupción electoral, es lamentable que el PSOE haya rebajado las penas por corrupción», apuntó Feijóo. Entre los socialista­s hay posiciones encontrada­s sobre cuánto puede incidir lo sucedido más allá de las localidade­s concretas afectadas y tal vez, admiten, de Andalucía en su conjunto, donde pese al éxito de Juanma Moreno aspiran a ganar en estas municipale­s y a asegurar la Alcaldía de Sevilla.

Pero el mensaje de Sánchez en su último día de mítines resultó revelador. «Aquellos que quieren hacer de la vivienda un pelotazo urbanístic­o, que buscan en la sanidad y la educación pública un negocio, lo que no quieren es que vayamos a votar y por eso embarran la política y descalific­an, porque conocen muy bien las consecuenc­ias del poder del voto», advirtió para conjurar la abstención.

El jefe del Ejecutivo optó esta vez por cerrar campaña en Barcelona y no Madrid. Lo mismo que Yolanda Díaz. Es para ambos –con Jaume Collboni uno y Ada Colau la otra– una ciudad clave para medir su fortaleza en este gran ciclo electoral. Podemos, en cambio, se juega el ser o no ser y su capital ante Sumar en Madrid, donde Ione Belarra e Irene Montero pusieron el broche a su intento de convencer de que siguen siendo necesarios para evitar que el PSOE ladee hacia la derecha.

 ?? ENRIC FONTCUBERT­A/EFE ?? Pedro Sánchez, en el cierre de campaña en Barcelona con su alcaldable, Jaume Collboni.
ENRIC FONTCUBERT­A/EFE Pedro Sánchez, en el cierre de campaña en Barcelona con su alcaldable, Jaume Collboni.

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