Heraldo de Aragón

Una operación tan compleja como necesaria

- J. L. Q.

ZARAGOZA. Los actuales achaques de la basílica del Pilar obligarán a acometer en los próximos meses unas de las mayores obras de restauraci­ón de su historia reciente. La preocupaci­ón por el mal estado de sus torres y cornisas ha llegado hasta tal punto que el propio concejal de Urbanismo, Víctor Serrano, alertó de que, aunque no hay riesgo de derrumbe, convenía tomarse el problema en serio, ya que si una de las piedras que han caído en el último año hubiera golpeado a algún viandante, las consecuenc­ias podrían haber sido fatales.

Las obras de las cuatro torres duraron más de dos siglos, siendo la de Santiago la primera en terminar su construcci­ón (1892), y la de San Francisco de Borja, la última (1961). Que esta sea la única que no tendrá que ser intervenid­a no es casual, ya que de su última restauraci­ón han pasado apenas 12 años. Aquellos trabajos sirvieron para poner en marcha el ascensor panorámico, que llega a una altura de 62 metros. Entonces

también se actuó en la de Santa Leonor, que acumula dos desprendim­ientos en solo un año.

En esa ocasión fueron dos empresas –un banco y una compañía de teléfonos– las que costearon los trabajos, llegando a poner en marcha una campaña publicitar­ia en la que se comprometi­eron a aportar cinco euros por cada euro aportado por los ciudadanos.

La financiaci­ón volverá a ser esta vez clave. Los primeros análisis apuntan a que serán necesarios al menos tres millones de euros, y aunque no ha trascendid­o cómo se sufragarán, no se descarta pedir ayuda al Gobierno central u otras institucio­nes, como ha ocurrido con la rehabilita­ción de otras catedrales y monumentos en España.

La tarea no es fácil, ya que a la altura de las propias torres, que superan los 90 metros en su punto más alto, habrá que sumar la climatolog­ía de la capital, marcada por el cierzo y las máximas de más de 40 grados del verano.

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