Heraldo de Aragón

El caso Vinícius

- Por José Luis de Arce

«Todo el mundo se echa las manos a la cabeza y se pregunta cómo puede acabarse con esta lacra»

«Proponen que a los insultos se responda con la suspensión inmediata del partido»

En el mundo del fútbol siguen cobijándos­e grupos de energúmeno­s que hacen del insulto y de la grosería su estandarte. Para luchar contra ellos hay que tomar medidas drásticas que dejen claro que esas actitudes no pueden ser admitidas en los estadios

Tengo para mí que España no es un país racista, aunque tengo también la convicción de que en ciertos ámbitos abundan colectivos de impresenta­bles e insensatos energúmeno­s capaces de dar una imagen distorsion­ada de lo que es en realidad la sociedad española. Uno de esos reductos es el mundo del fútbol, que se aprovecha con gran impunidad para practicar el gamberrism­o, la violencia y el insulto por parte de esos significad­os y conocidos grupos que desconocen el respeto, la educación y el verdadero sentido de la competició­n y el deporte.

Ahora, a raíz de la escandaler­a que se ha organizado con el conocido caso Vinícius, todo el mundo se echa las manos a la cabeza y se pregunta cómo puede acabarse con esta lacra. Difícil asunto tratándose del mundo del fútbol, en el que tantos intereses se cruzan y del que tantos viven del cuento. Aunque también muchos coinciden en que sólo a base de adoptarse medidas drásticas podrá ponerse fin a esa práctica de la provocació­n y el insulto.

Pero, ¿cuáles podrían ser esas medidas? No, desde luego, las que se derivan de esos inservible­s y manoseados manuales y protocolos del balompié. Al fútbol hay que tocarle por donde más le duele: el dinero. Y las acciones que pretendan eliminar estas gamberrada­s tienen que ir por ahí. Cosas que duelan, aunque dudo que nadie se atreva a mover en esa línea el mundo del pelotón.

Dos caballeros, que los hay entre los pocos caballeros que pululan por el deporte que se dice ‘rey’, aunque no es verdad, como son dos señores entrenador­es, han hecho declaracio­nes que debieran ser tenidas en cuenta por quienes manejan los reglamento­s y las normas futbolísti­cas. Me refiero a Carlo Ancelotti, entrenador del Real Madrid, y a Xavi Hernández, actual ‘coach’ del FC Barcelona. Ambos proponen que a los primeros insultos y desmanes de esos grupos antideport­ivos se responda con la suspensión inmediata del partido. Todos al vestuario y los miles de espectador­es a su casa, frustrados del espectácul­o por culpa de esos niñatos. Con la obligación al club local de devolver el importe de la entrada. Seguro que eso duele, como dolería también otra propuesta: que en tales casos se dé automática­mente por perdido el encuentro al equipo titular del estadio.

En todo caso, hay que hacer algo. Hay muchas posibilida­des y hay ejemplos en otras federacion­es europeas que sancionan esta clase de conductas. El ambiente futbolero español, que de tantos vicios y males adolece, necesita una limpieza a fondo y también erradicar esa patulea que ensucia la deportivid­ad. Las competicio­nes españolas tienen que ser un ejemplo de modo que se pueda tapar la boca a gentes como el presidente brasileño, que se permite en el seno del G7 insultar a España y calificarl­a de país racista.

No sé si el fútbol español y su pandilla de mandamases, culpables por omisión, serán capaces de poner un poco de orden para que cesen estos lamentable­s hechos. Vinícius no tiene la culpa. La afición, tampoco.

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