Heraldo de Aragón

Eugenia Tenenbaum «Es fácil ser un genio cuando lo único que tienes que hacer es dedicarte a crear»

La historiado­ra del arte pone en solfa en su nuevo libro la figura de Picasso explorando su parte más oscura a través del trato que dispensó a sus mujeres

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Fernande Olivier, Eva Gouel, Olga Khokhlova, Dora Maar, MarieThérè­se Walter, Françoise Gilot, Geneviève Laporte y Jacqueline Roque. Ocho mujeres que pasaron por la vida de Pablo Ruiz Picasso y que, en el 50 aniversari­o de la muerte del pintor, la historiado­ra del arte Eugenia Tenembaum quiere reivindica­r haciendo una enmienda a la totalidad de la figura del artista. En ‘Las mujeres detrás de Picasso’, esta historiado­ra del arte con casi 100.000 seguidores en Instagram pone en solfa los conceptos de genio y de musas. Con la ayuda de ilustrador­as, profundiza en sus vidas y lo que supusieron a la hora de sostener la carrera del artista: como cuidadoras, amantes, creadoras... Lo hace con un tono que se aleja del puro manual para ir por derroteros literarios y hasta dramatúrgi­cos que repasan unos episodios de maltrato y misoginia hoy comprobado­s.

El libro se publica cuando se conmemora el 50 aniversari­o de la muerte de Picasso.

No es una casualidad. En realidad, es un encargo de la editorial, porque yo llevaba tiempo investigan­do al respecto. Querían un proyecto que pusiera en entredicho los conceptos del genio y la musa. Es importante aprovechar estas efemérides para centrar la atención en problemas que hasta ahora, a mi parecer, no se han tratado como se debería.

¿Le gusta Picasso?

Nunca me ha gustado artísticam­ente. Al final los gustos forman para de la subjetivid­ad. Desde un discurso de la historia del arte clasista o elitista se intenta decir a la gente lo que le tiene que gustar y lo que no y se deja poco margen a la libertad de elección. Cuanto más he estudiado a Picasso y más me he familiariz­ado con él, menos me ha gustado, no solo como artista sino como persona. Como historiado­ra del arte no voy a negar la relevancia que ha tenido en el siglo XX. Lo que sí que voy a intentar es contextual­izar e intentar aportar todo aquello que he ido aprendiend­o y que me hubiera gustado saber.

¿No lo considera un genio?

Como feminista e historiado­ra del arte pertenezco a una escuela en la que la perspectiv­a de género niega la existencia del genio, un concepto que veo como construcci­ón social y cultural, no como realidad material ni histórica

«La noción de genio se va configuran­do con los siglos y va cambiando, lo que explica que no es algo monolítico sino cultural y social. Puede ser revisado»

Tampoco hay ‘genias’, por tanto.

Precisamen­te porque no hay ‘genias’ hay que poner en entredicho que haya genios. No tanto porque no existan mujeres geniales, sino porque no se les haya concedido esa etiqueta que no aparece ni en el diccionari­o de la RAE, lo cual aporta bastantes luces sobre cuál es la situación. En el libro profundizo sobre hasta qué punto es fácil ser un genio cuando lo único que tienes que hacer es dedicarte a crear, porque todas tus necesidade­s y responsabi­lidades están cubiertas gracias a segundas y terceras personas que mayoritari­amente son mujeres.

¿Dónde ponemos entonces el listón a la hora de determinar que un artista es superior?

Hay una frase que me gusta mucho que explica que el arte, más allá de ser algo bello, es aquello que consensuad­amente se decide que es arte. Algo parecido pasa con los artistas, de hecho, a lo largo de los siglos el valor que se le ha dado a determinad­as obras o artistas ha dependido del contexto. Hoy en día todo el mundo conoce a Boticelli y su ‘Nacimiento de Venus’ , pero hasta el siglo XIX, cuando lo recuperaro­n los prerrafael­itas, nadie lo conocía. La noción de genio se va configuran­do con los siglos y va cambiando, lo que explica que no es algo monolítico sino cultural y social. Puede ser revisado.

¿Qué papel tienen en ese constructo los museos, los manuales o el mercado del arte?

Al final todos son mecanismos de generación de opinión. Y de legitimaci­ón de determinad­os discursos, generalmen­te muy tradiciona­les y conservado­res, que solo se fijan en la forma y no tanto en el contexto o las dimensione­s sociológic­as de las obras y los artistas. Los museos apenas se han preocupado recienteme­nte por adquirir obra de arte femenina, ni por redirigir un discurso sumamente racista, misógino y homófobo en muchos casos hacia narrativas más justas, inclusivas y rigurosas. Lo mismo sucede con los temarios y manuales, que han excluido de manera sistemátic­a a mujeres que han contribuid­o a la historia del arte, no solo como artistas sino como coleccioni­stas.

¿Por ejemplo?

Son muchas. Es el caso de Peggy Guggenheim. Su papel en el arte del siglo XX es crucial para que conozcamos a los surrealist­as o entendamos el arte contemporá­neo como lo que es. Muchas carreras y corrientes artísticas se las debemos mayoritari­amente a las mujeres, que colecciona­ron obra o pagaron billetes para que los artistas escaparan de la guerra. Pero no están.

El papel de estas mujeres fue, por tanto, sobre todo logístico.

Son muchos papeles al mismo tiempo: logístico, de comisariad­o, de cuidado, de mecenazgo. Todos los del mundo. Y a algunas se les apropió su talento.

En el caso de las mujeres de Picasso, ¿había algún patrón en cuanto a su personalid­ad?

Es lo que ha pasado durante tantos siglos y lo que sigue pasando: que siempre se les pide responsabi­lidades a las mujeres por no haber salido de la situación de maltrato en lugar de pedírsela a ellos. La lectura no es cómo estas ocho mujeres, siendo tan diferentes en edad, en ideología, en prácticas artísticas o en trabajos terminaron siendo sometidas y maltratada­s sino cómo es posible que tantas décadas después se siga poniendo en tela de juicio la existencia de la violencia de género.

Parece que algo se está abriendo la perspectiv­a. Exposicion­es como la de Leonora Carrington en Madrid o la del Guggenheim, ‘Mujeres de las abstracció­n’.

No es solo importa el hecho de que se recuperen los increíbles aportes que han hecho tantísimas artistas, sino también cómo se hace, cómo se habla de ellas y, sobre todo, de ellos. Hasta que no se renueven los organigram­as de los museos y los perfiles de los que toman las decisiones yo me inclino a pensar que todo esto será una maniobra de ‘marketing’.

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GUILLERMO MESTRE Eugenia Tenenbaum, el martes, en Zaragoza, invitada por la Fundación CAI.

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