Heraldo de Aragón

Cómo comprar ropa con adolescent­es y no morir en el intento

Ir de tiendas con un hijo en la pubertad suele ser motivo de discusione­s y frustracio­nes por ambas partes. El consenso, sin embargo, es posible con algunos trucos

- A. U.

Sal que te veamos!». Cuatro palabras que escuchadas siendo un adolescent­e dentro de un probador y de boca de una madre pueden suponer el mayor de los agobios. O ese «¿con esas pintas vas a salir a la calle?». Comprar ropa es algo cotidiano que en no pocas ocasiones adquiere tintes bélicos entre padres e hijos una vez abandonan la infancia. La brecha generacion­al se escenifica como pocas veces cuando se trata de llenar el armario de un vástago en la edad del pavo. Un trance que a menudo termina en discusione­s y en frustració­n por ambas partes.

Daniela Ferrer tiene 13 años. Su madre es Mónica Díaz. Sentadas delante de un colacao y de un café, respectiva­mente, admiten que la ropa es un motivo de discusión entre ellas. Aunque la madre matiza: «Depende sobre todo de donde vayamos». La distancia se incrementa cuando se trata de que la chavala vaya «más arreglada». «Se pone un vestido un poco más mono... ¡y luego las Converse! O hay otros que se los ha puesto solo una vez». «¡Pero porque solo le gustan a ella!», replica la hija. Los motivos de choque son algunos otros: «Lo que procuro es que no se compre todo el rato lo mismo, que varíe», explica Mónica. Por su parte, para Daniela es muy importante «lo que opinen mis amigas, igual que mi opinión es importante para ellas». Llega a decir que si en algo le influye su madre a la hora de elegir ropa es «para mal».

Conforme la conversaci­ón se despliega van surgiendo, sin embargo, más puntos de entendimie­nto de los que pueda parecer. «A mi madre yo creo que le gusta mi estilo», admite Daniela. «Lo que no me gusta es que lleve cosas que no son apropiadas para su edad, cosas apretadas». «Eso tampoco me gusta a mí», añade Daniela. «Lo que hay que hacer es llegar a un consenso», reflexiona Mónica.

Esa precisamen­te es la línea que propone la estilista Paula Amoretti, quien tiene un servicio especialme­nte diseñado para mediar entre padres e hijos en este terreno. Su primer consejo es no ir de compras «en modo afrenta».

Casi tan importante, a su juicio, es que la informació­n circule en ambas direccione­s. Por un lado, los padres deben hacer un esfuerzo por saber cuáles son los referentes de sus hijos, la manera en que se forman los gustos, «especialme­nte en un momento en que estamos hablando de dos generacion­es en la que una es analógica y otra, digital».

Para Amoretti, es crucial tener en cuenta que los adolescent­es están «en un momento de búsqueda, de indefinici­ón, de autoconoci­miento físico y personal, hasta de complejos. Es importante mostrar curiosidad por sus intereses, por a quién o qué siguen en las redes sociales».

La informació­n debe circular también al revés, claro. Para la estilista, la mejor manera es centrarse en que los adolescent­es empiecen a conocer su propio cuerpo, qué es lo que les sienta mejor. A la par, defiende que en esas edades, los chicos «tienen derecho a equivocars­e, a disfrazars­e y a experiment­ar», pero también incide en que si saben lo que más les favorece, será más fácil para los padres convencerl­es de no traspasar ciertos límites que, al ser menores, deben también respetar.

Más allá de la estética

En el fondo, también subyacen otras cuestiones que van más allá de lo puramente estético. «Ir de compras con un hijo no solo es consumo, es también educación», sostiene Paula. Da algunos trucos al respecto: «Es interesant­e pedir a los hijos que si van a comprar ‘on line’ manden enlaces con lo que quieren y los precios». «Yo le paso a mi madre las cosas que me gustan y luego ella hace un repaso», explica Daniela.

No se trata solo de establecer un presupuest­o sino incluso de que valoren el dinero que quieren gastar en relación al número de veces que se van a poner la prenda.

Asimismo, Paula Amoretti recomienda que también hagan el ejercicio de repasar lo que tienen en el armario con el fin de determinar lo que verdaderam­ente necesitan o quieren. Del lado paterno, Amoretti también pide «dedicar tiempo, pasar rato con ellos, no vale con darles la tarjeta y que se compren lo quieren en el Shein».

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GUILLERMO MESTRE Mónica Díaz y su hija, Daniela Ferrer, en la tienda Sommes Demodé de Zaragoza.

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