Heraldo de Aragón

Cocina silvestre

Con raíces, tallos, hojas, flores, cortezas, savia... las opciones culinarias de las plantas son numerosas y algunas un tanto desconocid­as

- POR MARIANO MILLÁN

Cuentan que Caperucita Roja iba por el bosque con unas fresas silvestres a casa de su abuela cuando el lobo se cruzó en su camino. Pero bien podía haber metido en la cestita muchas más plantas para que la yaya las utilizase en la cocina.

Cuando se tienen las hojas, flores, tallos, cortezas o raíces de una planta en la despensa, una infusión no es la única solución como demuestra ‘Silvestre. La gastronomí­a de las plantas’, un herbario de Basque Culinary Center (BCC) que tiene su reflejo en el campo. Pero cuidado, ya que es necesario estar muy seguro de qué planta se tiene entre manos antes de hacer cualquier uso gastronómi­co, ya que puede ser peligrosa.

Al igual que las numerosas especies que se encuentran en Aragón y referencia el Atlas de la flora del Pirineo, también son abundantes las técnicas para tratarlas.

Se pueden convertir en ‘snacks’ crujientes o encurtidos, sofritos y guarnicion­es, harinas de cortezas molidas, vinagretas para aliñar, ingredient­es para macerar bebidas alcohólica­s, salsas, propuestas para dipear o polvo que le otorgue matices a postres.

«Si sales a dar un paseo por el campo y entiendes un poco, te puedes llevar la ensalada a casa, hay maravillas», cuenta el cocinero Joan Rosell, vecino de las Cinco Villas que relata su experienci­a cuando sale a caminar por su comarca, y que bien se podría extender a otras zonas de Aragón. Antes de nada, Rosell también pone el acento en que se debe conocer bien una especie al recolectar­la. De sus recorridos por el campo, Joan destaca la caléndula. «Es una florecica amarilla que está prácticame­nte en todos los campos –la define–. Si se machaca, puede sustituir al azafrán, no por el saborizant­e, pero sí como colorante». No goza de la calidad de los tres estigmas, pero «es mejor que la cúrcuma». Rosell además lo propone para ensaladas.

Otra opción para miscelánea­s son los abundantes diente de león y rúcula, esta última mucho más amarga por lo que se debe añadir en menor cantidad. También numerosa, aunque pase más desapercib­ida son las borrajas silvestres. «Son matas muy pequeñas, pero muy sabrosas», las describe el chef, que durante 18 años regentó La Encantaria, en la calle Sevilla de Zaragoza. En cambio, las lechugas silvestres son más difíciles de encontrar. Se puede aliñar con el aceite ácido que resulta al mezclarlo con zumaque deshidrata­do.

Las salsas son otras recetas donde incluir variedades vegetales. Con manzanilla amarga, localizada en el entorno del balcón del Pirineo, se puede conseguir una bechamel especial: el Basque Culinary Center propone infusionar esta planta en la leche que se utilice. De toques más picantes resulta el aderezo con capuchina. Incluso, se puede elaborar una especie de ketchup con majuelo.

En el apartado de los picoteos, se puede untar con una mezcla de rabaniza blanca, aceite y yogur, que cuenta con un sabor similar a la mostaza, explican en ‘Silvestre. La gastronomí­a de las plantas’. Algo que se puede repetir con berro, pero en este caso teñido de un intenso verde.

Si se desean matices a regaliz y vainilla en los bizcochos y las magdalenas, se puede pulverizar el polvo de trébol rojo deshidrata­do. En cambio, con tanaceto se consiguen postres con notas cítricas.

La menta no es la única planta de un combinado. Los amentos del avellano, frecuente en tierras aragonesas según el atlas del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC) y el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), son base de bebidas alcohólica­s. Si se sumerge madreselva en vodka, se consiguen notas de miel.

Incluso, existe la opción de elaborar una receta con una planta como protagonis­ta, por ejemplo, con abedul. El BCC propone en su libro unas tartaletas con una base de masa sablé de corteza triturada, que se incorpora a azúcar glas, sal y mantequill­a, a esa mezcla de textura arenosa se le agregan los huevos y se trabaja la masa, que se estira sobre una superficie. El centro educativo explica que, tras un enfriado de dos horas entre papel vegetal, se pueden formar las tartaletas y hornearlas.

El relleno es una crema de hojas de abedul, que también contiene nata y azúcar y se consigue al llevarlo al punto de ebullición. Se cuela, se disuelve almidón y se agrega una yema de huevo. Con la savia se elabora un jarabe, que se utiliza en el montaje, al igual que la ralladura de sus brotes y limón.

Además de cocinero, Joan Rosell es el autor de ‘33 recetas mágicas’ (Prames, 2022), un libro donde ha convertido conjuros en recetas en base a los ingredient­es o al efecto que producen. En su proceso de investigac­ión se ha topado con ejemplos del día a día que también tiene un matiz de misterio. «Todas las plantas cuyo nombre científico terminan en ‘officinali­s’ se han utilizado antes para farmacia, botica y magia, como la borraja, llamada Borago officinali­s», sostiene el chef.

¿Se valoran en cocina las posibilida­des que brinda la naturaleza? La respuesta es un rotundo «no». «Todos los años aparecen miles de especies de plantas nuevas, literalmen­te. Es un tesoro que tenemos y a veces ni lo respetamos ni lo cuidamos», concluye el chef con fuertes vínculos aragoneses.

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A. DONELLO
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