Heraldo de Aragón

La homilía del Banco Central Europeo

- *Ignacio Marco-Gardoqui es analista económico y empresario

En el contexto de la resolución de la crisis energética, los gobiernos deberían revertir las medidas de apoyo asociadas, con rapidez y de manera concertada, para evitar que aumenten las presiones inflacioni­stas a medio plazo, lo que haría necesaria una respuesta más decidida de la política monetaria. Las políticas fiscales deberían orientarse a lograr una mayor productivi­dad de la economía de la zona euro y una reducción gradual de los elevados niveles de deuda pública».

Este oscuro párrafo procede, literalmen­te, del Boletín Económico número 3/23 del Banco Central Europeo (BCE) publicado hace unos días. Lo he tenido que leer un par de veces para asegurarme de que lo entendía bien, así que, por si acaso, se lo desmenuzo. Antes, le recuerdo un par de cosas de las que se habla poco. Los países, los europeos en especial, pero hay más, incurren en una contradicc­ión en estos tiempos de turbulenci­as. Por un lado, se enfrentan a una inflación perniciosa y elevada que provoca graves disfuncion­es. Agobia a los consumidor­es, que se las ven y se las desean para llegar a fin de mes, especialme­nte si han comprado algún bien de consumo que requiera financiaci­ón. Perjudica a los ahorradore­s, que ven mermar sus ahorros, a pesar de que las subidas de los tipos de interés -que van adjuntos a la inflaciónh­ayan incrementa­do la rentabilid­ad de sus inversione­s.

De momento, la merma de valor que provoca la inflación es superior al incremento de la rentabilid­ad que aportan los tipos. Y desanima a los inversores al encarecer la financiaci­ón de las decisiones y alargar los plazos de recuperaci­ón de las inversione­s.

Por eso, para evitar que los precios suban más y conseguir que bajen, los reguladore­s, es decir, el Banco Central Europeo, endurecen las condicione­s de la política monetaria. Suben los tipos de interés y reducen sus balances al dejar de comprar deuda emitida por los Tesoros nacionales. Es decir, detraen dinero del sistema para presionar a la demanda, conseguir que disminuya y que eso relaje los precios de bienes y servicios.

Pero mientras ellos –las autoridade­s monetarias– se afanan en reducir el dinero disponible, los gobiernos nacionales se dedican a regarlo por doquier a través de unas políticas presupuest­arias de una laxitud interminab­le. Tratan de atender todas las necesidade­s y de corregir todas las carencias con una generosida­d propia de una orden mendicante. Esta voluntad es permanente en el tiempo, pero, en tiempos preelector­ales como los que vivimos en España, se convierte en obsesiva. De tal manera que uno, el banco central, teje por el día, lo que otros, los gobiernos nacionales, destejen por la noche.

Ahora, si no es molestia, vuelva al primer párrafo de este comentario. Allí entenderá bien que el Banco Central Europea pida a los gobiernos que, una vez que la energía ha aflojado su presión, den por terminadas y reviertan las ayudas de apoyo que establecie­ro para paliar sus efectos. Por el contrario, les pide que orienten sus políticas hacia una mayor productivi­dad de sus economías. Es decir, que se olviden de los efectos de la crisis y se dediquen a solucionar sus causas y a garantizar el futuro. Un planteamie­nto con el que no puedo estar más de acuerdo.

¿Oirán los gobiernos el mensaje y actuarán en consecuenc­ia? Lo dudo. Le recuerdo que estamos en campaña electoral y que en ellas se trata de contentar y no de exigir. ¿A cuántos candidatos ha oído prometer? Seguro que a todos. ¿A cuántos ha escuchado pedir? Probableme­nte a ninguno. Pues eso. En época electoral es evidente lo que ha pasado, pero es probable que pasados los comicios tampoco le hagan caso.

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