Trangas y madamas atraen a Bielsa a miles de visitantes en el Carnaval más transgresor
Una plaza Mayor abarrotada de público recibió a los personajes de la histórica fiesta de máscaras del Pirineo
HUESCA. «En Bielsa el año no empieza el 1 de enero sino que va de Carnaval a Carnaval, es lo que marca nuestros calendarios». Lo decía ayer Manuel Cazcarra, ataviado con el atuendo de domador, cuyo papel es someter al onso (oso). Estos y otros personajes de la ancestral fiesta, la más famosa en Aragón, volvieron a atraer este sábado hasta la localidad pirenaica a miles de visitantes.
Llegados de toda la comarca de Sobrarbe, pero también de otras procedencias más lejanas, abarrotaron la plaza Mayor de Bielsa para vivir uno de los carnavales que mejor simboliza la transgresión de esta celebración, con sus curiosos personajes representativos del bien y del mal, del fin del oscuro invierno y el renacer de la primavera.
La ronda arrancó a las cuatro de la tarde. Unas 40 trangas, la figura principal, recorrieron el pueblo para recoger a otras tantas madamas en las puertas de sus casas, hasta desembocar en la plaza, donde se celebró el baile. Allí las fieras, encarnadas por jóvenes belsetanos, volvieron a embestir a los asistentes haciendo sonar las esquilas, ataviadas con cuernos, una piel de choto y tiznadas de hollín. Junto a ellas, las figuras femeninas, antítesis de la bestia, con sus vestidos de piqué blanco, mangas de organdí y cintas de raso de colores.
Vestido, no disfrazado
Detrás de uno de los rostros tiznados con hollín y aceite que portaban en la boca una patata con dientes tallados a navaja estuvo Ricardo Dueso, con «los nervios y la emoción del día más esperado del año». «Yo no me disfrazo, me visto de tranga», precisaba, dejando claro que para los vecinos de Bielsa el Carnaval es algo más que una mascarada. Su misión es, como él contó, «dar miedo y hacer sitio en la plaza para que las madamas puedan bailar». Cree que, pese a los empujones, «los visitantes no se molestan» y, en caso contrario, la alternativa es no acudir. «Es la tradición».
Este joven de 28 años sale desde los 16, una tradición heredada de su padre y su abuelo. Con el resto de las trangas, se reunió en un lugar «secreto», horas antes de la ronda, donde la gente mayor procedió a ataviarlos. «No es fácil llevar el traje», reconocía, «sobre todo la atadura a la cabeza con los cuernos, nada cómoda». Pero, como él dijo, «sarna con gusto no pica». Sobre las posibles afecciones en el Carnaval por las tractoradas, lo tenía claro: «Estamos con el campo y la agricultura. Hay que reivindicar. El Carnaval también es una forma de protestar».
De hecho se colocó una pancarta en apoyo de los agricultores. Y no era la única en la fachada del Ayuntamiento, donde Cornelio
Zorrilla observa la fiesta. Este muñeco hecho con harapos y paja, condenado a permanecer cuatro días colgado hasta su quema el domingo, fue sometido a juicio sumarísimo el jueves, en el arranque del Carnaval belsetano. Encarnación de todos los males, cada año representa temas de actualidad política. Esta vez lo vistieron de médico para protestar por la falta de pediatra en la comarca de Sobrarbe.
Junto a trangas y madamas, despertaron la curiosidad del público el resto de personajes: el onso, envuelto en un enorme saco relleno de hierba seca, siempre acompañado del domador, que lo agarra con una cadena de hierro y lo arrastra por el pueblo; el amontato, muñeco de cartón que simboliza a una anciana sobre cuyas espaldas cabalga un hombre; el caballé, una especie de caballo; la garreta, disfraz a base de pañuelos de colores, y la yedra (hiedra), que luce un vestido forrado de hojas.
«Algo muy nuestro»
A Manuel Cazcarra, de 28 años, le tocaba por segundo año domar al onso. Vive la fiesta «con intensidad, porque es algo muy nuestro». Sobre su personaje, contó que representa «el momento salvaje del despertar de la primavera». Lleva al animal atado con una cadena y lo mismo lo cuida que lo golpea. Otras veces se había vestido de onso o tranga. «Ahora mismo somos muchos jóvenes en el pueblo que vivimos esta tradición. Cada año se hace un sorteo para ver a quién le toca». Su atuendo es el menos establecido. Con un vaquero, camisa de cuadros, calcetines de lana y abarcas, portaba una piel de cabra y la cara pintada.
El acto central con la ronda de los diferentes personajes se desarrolló ayer, pero los belsetanos llevaban dos días de celebraciones. El Carnaval empezó el jueves con una costillada popular y concluirá hoy con la quema de Cornelio. Ni la lluvia, que hizo su aparición de forma esporádica, consiguió alterar el momento más importante del año para este pueblo del Pirineo.