Heraldo de Aragón

FOTOGRAFÍA

- FOTOS ANTIGUAS DE ZARAGOZA OFRECE LA HISTORIA DE LA DESAPARICI­ÓN DE UNO DE LOS SÍMBOLOS DE LA CIUDAD EN 1893 / 2 MANUEL ORDÓÑEZ GRACIA *Anteayer Fotográfic­o Zaragozano

La noticia no fue muy bien recibida y los vecinos de las parroquias que carecían de reloj anunciaron su intención de solicitar lo mismo, y no sin cierta sorna hubo quien publicó que «si los de San Felipe carecen de él es porque con gran empeño lo solicitaro­n, pues que sin sus hercúleos trabajos no hubiera sido derribada la Torre Nueva». Es más, apelando al estado de las arcas municipale­s, hubo quien en la prensa propuso que se cediera a la Junta el reloj de la Torre Nueva, «que hoy de nada sirve». La propuesta no fructificó y pudo más el deseo de uno nuevo. Finalmente con fecha de 6 de julio de 1894 la sección segunda del Ayuntamien­to autorizó el permiso solicitado para colocarlo, poniendo tres campanas al aire libre sobre la parte superior del chapitel, dos para los cuartos y una para las horas. Campanas también nuevas construida­s en la fundición de Echebaster Hijo de Vitoria y que fueron bendecidas el 26 de septiembre de 1894 antes de ser colocadas en lo alto de la torre.

Poco se tardó en fabricar y colocar ese nuevo reloj, y con fecha del 7 de octubre de 1894 tuvo lugar por la mañana una solemnísim­a función religiosa para celebrar su inauguraci­ón. En esta ocasión la prensa alababa el celo e interés del cura párroco D. Marcelino Cruceño para colocar ese reloj «que en lo posible reemplazar­a al que había desapareci­do», y que en 1893 había adquirido la cruz, la bola y la veleta de la extinta torre. La casa encargada de su fabricació­n estaba establecid­a en Morez Du Jura, realizando la instalació­n el relojero zaragozano Francisco Juderías, en una obra dirigida por el arquitecto Sr. Yarza, a cargo del maestro carpintero Hermenegil­do Sastre.

Quizá por las prisas, cinco años después se tuvo que colocar uno nuevo construido por Pablo Odobey Hijo, que mejoraba tanto su precisión como la sonoridad de las campanas. El encargado de su instalació­n fue Pablo Pitschel, relojero domiciliad­o en Cerdán, 10. Este reloj es el que aparece adornando el templo en la postal emitida por Fototipia Thomas en la primera década del siglo XX, con las cifras de su esfera en números romanos.

Reformado posteriorm­ente y con una nueva esfera de esmalte compuesta de varias partes fabricada por la casa Viñado con números arábigos y también con la marca Pablo Pitschel, fue el que estuvo en la iglesia de San Felipe hasta su retirada. Esta esfera es la que hoy se puede contemplar en el establecim­iento de la misma plaza que conserva un museo dedicado a la Torre Nueva, aunque no sea la que marcó las horas en ella.

Del auténtico reloj de la Torre Nueva nunca más se supo.

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