Heraldo de Aragón

El filial del Villarreal, obligación a la vista

El Real Zaragoza visita hoy el estadio de La Cerámica sin otra opción que la victoria para salir de su evidente crisis La liga avanza veloz, no permite ya más castillos en el aire y exige realidades

- PACO GIMÉNEZ

ZARAGOZA. Hoy, además de haber partido del Real Zaragoza en Segunda División (a las 18.30 en Villarreal, Castellón) es sábado de rubor para el zaragocism­o de solera. Un efecto inevitable que tiene lugar cada vez que el club aragonés ha de rendir visita a un filial de un primer equipo que, en su día, fue el rival en Primera.

Se va a vivir, un día más, una de esas anomalías históricas que, por un rato, desnudan de vez en cuando con crudeza la terrible realidad de la entidad, tan fuera de sitio desde hace 11 años. No les sienta bien este tipo de diagnóstic­os a los exógenos propietari­os y adláteres del momento, por puro desconocim­iento de este sentir. Esto viene en el ADN de las personas, en la sangre, en la idiosincra­sia de un pueblo. Y eso, o se tiene o no se tiene. Esto no se compra con dineros ni va en ningún paquete accionaria­l. Es genético, antropológ­ico, étnico, racial incluso.

En este caso, ni siquiera un partido Villarreal (A)-Real Zaragoza sería catalogabl­e como un clásico de Primera. No lo es ni a martillazo­s. Porque los castellone­nses, radicados en una localidad de 50.000 habitantes, son el más claro paradigma desde hace tres décadas de lo que es el macronegoc­io del neofútbol creado por el modernismo, que se ha apoderado del viejo balompié en España. Un club de siempre, modesto, colonizado por un capital, mediante el uso de sus emblemas, historial y licencias para, una vez mimetizado con su propiedad ajena a la sustancia de sus orígenes, crecer –en este caso concreto de modo exagerado, desmesurad­o–, hasta generar una compañía impropia en tamaño respecto de la plaza en la que se asienta. El Villarreal fue siempre un equipo de Tercera División, Segunda B y, muy esporádica­mente, con algún paso por Segunda hasta los años 70 del siglo pasado. Lo del presente es un engendro tan legítimo para sus hacedores como extraordin­ario y fuera de lo común para el resto.

Así que, el hecho de que el Real Zaragoza deba de jugarse hoy las habichuela­s, no ya contra ese primer equipo villarreal­ense que es uno de los nobles de Primera hace un tiempo y compite en Europa con asiduidad (ahí sigue, ahora con el exzaragoci­sta Marcelino García Toral como chófer), sino contra su filial, el B, duele per se.

Recordada esta secuencia, para alivio moral necesario de miles y miles de zaragocist­as genuinos (no cuentan aquí los de aluvión) y, segurament­e, para que de paso los extrínseco­s vuelvan a no entender nada y repudien este tipo de apuntes hechos desde el corazón y las entrañas de un linaje imborrable, es cuestión irrechazab­le tener que analizar este anormal duelo de hoy en Villarreal.

No cabe quejarse en exceso, bien mirado a priori. Podía ser más doloroso si el escenario, en vez de ser –como es, afortunada­mente– el viejo El Madrigal, remozadísi­mo, ampliado y convertido en un monstruo urbanístic­o en pleno callejero del centro de la población villarreal­ense, ahora llamado La Cerámica por cuestiones industrial­es, fuese el campo de la Ciudad Deportiva de Miralcamp. Al menos, en Villarreal, no se vivirán las sensacione­s de Lezama, con el Amorebieta, o aquellas más pretéritas con el Sevilla Atlético en la carretera de Utrera, o las de Valdebebas con el Castilla...

El estadio amarillo, ahora capaz de albergar a 23.500 espectador­es, acojerá casi vacío este envite de la división de plata. Ya pasó el año pasado. Se jugará fútbol con eco. Con sonido ‘surround dolby estéreo’ desde el césped hacia los empinados graderíos, escuchándo­se con nitidez los gritos, indicacion­es, discusione­s y demás efectos orales que los protagonis­tas emitan hacia las tribunas.

De Villarreal y alrededore­s, a ver al filial no suelen ir más de 1.500 personas en un día ordinario. Por lo tanto, salvo que los socios del club local hagan un esfuerzo extra (les han regalado cinco entradas por cabeza desde la directiva, más no pueden pedir), es posible que en el hueco coliseo de La Cerámica haya más zaragocist­as que autóctonos. Porque, en varias remesas, el Real Zaragoza ha vendido durante la semana, en tiempo récord, 2.115 localidade­s facilitada­s por los de la comarca de la Plana Baja. Y unas cuantas de esas entradas con origen en Villarreal van a ser para zaragocist­as de la zona, por lo que se puede asegurar que serán unos 2.400 los blanquillo­s que ahí se den cita.

De fútbol puramente dicho, más de lo mismo en relación a lo vivido en las últimas semanas. El Zaragoza jugará obligado por su mala clasificac­ión (sí, mala, es el 12º, a seis puntos del ras de la promoción y a siete del descenso, que marca precisamen­te el Villarreal B). Todo lo que no sea ganar será escaso, una vez más, para este equipo de Velázquez que es feo de ver y cuya solvencia ya no da los mínimos exigibles tras sus dos derrotas en cadena ante Eibar y Cartagena. Mucho más tras conocerse que su techo salarial es el 4º de la competició­n. Una faena para la labor doctrinal desde la SAD.

Velázquez sigue refractari­o a la realidad de la afición, de los mortales. Va a lo suyo. Este «es un partido más» para él, un técnico opaco que chirría. Nada transmite, todo es repetitivo semana a semana. Si hay novedades en el once inicial, se descubrirá­n a bote pronto.

 ?? GUILLERMO MESTRE ?? Sergi Enrich y Mollejo, en un entrenamie­nto de esta semana.
GUILLERMO MESTRE Sergi Enrich y Mollejo, en un entrenamie­nto de esta semana.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain