Luisa Granero
‘La fuerza de una mujer’. Museo Pablo Gargallo del Ayuntamiento de Zaragoza. Hasta el 7 de abril
Dentro de la corriente de recuperación de nombres de mujeres artistas del siglo XX, se enmarca esta exposición que viene a reconocer el trabajo de la escultora Luisa Granero (Barcelona, 1924-2012) en el centenario de su nacimiento. También para poner en valor el arte urbano zaragozano ya que es autora del conjunto de la Fuente de las Aguadoras, realizada en 1980 y ubicada a la entrada del distrito de Las Fuentes. Además, fue esposa del escultor Enrique Galcerá quién realizó una de las obras más bonitas que tiene la ciudad, como es la titulada ‘La Siesta’, galardonada con la medalla de plata en la Bienal de Pintura y Escultura ‘Premio Zaragoza’ de 1963 y donada posteriormente por el artista a la ciudad, que está situada a la entrada del paseo de Sagasta.
En la exposición la figura femenina es la protagonista. Formas rotundas y volúmenes netos identifican la obra de Luisa Granero quien fuera la primera catedrática en España en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona en 1964, donde impartiría clases hasta su jubilación. A lo largo de toda la muestra a través de vinilos explicativos se quiere poner en valor el hecho de su lucha como escultora en una disciplina mayoritariamente masculina. Sin embargo, el comisariado adolece del rigor necesario para contextualizar su obra ya que las cartelas carecen de contenido al no existir una datación de las obras, ni siquiera de manera aproximada. Incluso en las imágenes relativas a los encargos para distintos monumentos públicos no aparece una fecha, lo que distorsiona una correcta visión histórica.
La muestra se divide en los tres ámbitos que conforman el recorrido de las salas del Museo Pablo Gargallo. En la primera se atiende a sus inicios, con la inclusión de fotografías y documentos. A partir de este momento todo girará entorno a la figura femenina, ordenada por posturas –sentada, de pie, tumbada– sin olvidar otros temas como es el caso de la maternidad. Todas de atiende a vaivenes dentro de su producción, sino que se sustenta en un sólido tratamiento de la figura que otorga una sobria belleza a los desnudos femeninos. Volúmenes ejecutados con rotundidad, con un cierto aire de monumentalidad, sin importar su tamaño. Esculturas primadas por las directrices del clasicismo y el estudio de las proporciones.
La exposición es como una silenciosa conversación entre ellas. Un diálogo que a veces se plasma en dúo y en la mayoría de las ocasiones en un recorrido de miradas que atraviesan un infinito de soledad. Esculturas que la autora sitúa sentadas en el suelo con las piernas en doble disposición, sobre una silla con las extremidades cruzadas o erguidas, de pie, con un paso adelantado o en ligero escorzo. Cuerpos de masa contundente, de contornos redondeados y rostros serenos. Una muestra que acerca el pasado con nombre de mujer.