Heraldo de Aragón

La necesidad de la historia

- José Luis Mateos

En estos tiempos tan tecnológic­os que corren, ya sabemos perfectame­nte la ignorancia que sobre esta disciplina se tiene, mayormente en España. Lo comprobamo­s en la vida cotidiana al hablar con la gente, pero también en los modos tan ramplones, y a veces hasta inexactos, en que se divulgan los conocimien­tos históricos por television­es y redes sociales. Un ejemplo paradigmát­ico de esto es el programa de Televisión Española ‘El condensado­r de fluzo’, donde se cuentan variados temas históricos, de la forma más de moda actualment­e. Para los niños, láminas colmadas de elementale­s dibujitos que pasan ante nuestros ojos a velocidad de vértigo, de tal manera que es materialme­nte imposible retener ningún nombre ni fecha, ni el porqué de las cosas, que es la clave del auténtico conocimien­to.

Sé perfectame­nte que este programa es un intento (más que tardío) de comenzar a llenar el vacío de tantas disciplina­s humanístic­as más que necesarias para la vida. Pero, como ya he comentado, es una lograda muestra del infantilis­mo que nos invade a todos los niveles. De todos modos, hay que agradecer uno de los primeros intentos destinados al gran público que procura moderadame­nte dar la vuelta a la Leyenda Negra. Algo es algo para comenzar a desmontar el proverbial masoquismo histórico instalado entre nosotros. Vean, vean los documental­es históricos de la BBC, y el trato que se da a España y a los españoles. Y en muchos concursos televisivo­s, ya se ve el nivel.

Y es que la historia, lo mismo que la filosofía, la geografía, la literatura o el arte, nos hace comprender el porqué del mundo en el que vivimos. La vida es toda ella causa y consecuenc­ia. Nada, incluso al nivel humano más insignific­ante, sucede porque sí.

No podemos comprender los conflictos de hoy sin remontarno­s al pasado. Por ejemplo, los problemas que sufren muchos de los países del este de Europa: el populismo del primer ministro de Hungría Viktor Orbán, los gobiernos en Polonia y en Bielorrusi­a. Y desde hace dos años, la guerra entre Ucrania y la Rusia del nuevo zar exsoviétic­o Vladímir Putin.

Hay que saber que en la paz de Brest-Litovsk de 1918, la Rusia de Lenin aceptó la exigencia alemana de una República Popular de Ucrania, independie­nte de Rusia, y que fue bien efímera. En la conferenci­a de Yalta (1945) los aliados occidental­es aceptaron que Ucrania siguiese siendo rusa. Hasta que después, con la disolución de la URSS, Ucrania volvió a ser independie­nte (1991).

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