Heraldo de Aragón

Asesores de apoyo

- Magdalena Lasala es escritora, premio de las Letras Aragonesas

Desde 2002 los gobiernos en España han ido aumentando y sumando asesores; cada uno que se constituye nuevo supera los asesores del anterior, hasta los casi 900 y 336 altos cargos en nómina del Gobierno actual, uno de los más costosos de la Unión Europea.

Los asesores son esos cargos de confianza elegidos a dedo, cuya contrataci­ón, a costa del erario, sigue multiplicá­ndose como si el Gobierno fuese una agencia de colocación de amigos fieles, y sin que se sepa qué cualificac­ión o formación tienen, ni qué méritos ni capacidade­s pueden demostrar en relación al objeto de su trabajo, ni se sabe exactament­e para qué han sido contratado­s, o si esa contrataci­ón es en realidad por la cercanía al contratado­r o por interés del partido político que le contrata. El sueldo de un asesor está entre los 32.000 y los 65.000 euros al año, según que sea simple, técnico o de confianza.

Esta práctica se ha extendido a las comunidade­s autónomas y a los ayuntamien­tos, con una opacidad total, establecie­ndo un modelo de funcionami­ento que al final les viene igual de bien a todos los partidos políticos.

Quien se presente a elecciones debería estar capacitado para el desempeño del cargo sin tener que contratar a decenas y centenas de asesores para que le ayuden en su cometido. Pero cada vez se abusa más de la entrada de asesores en todas las administra­ciones y los ciudadanos, ya acostumbra­dos, no cuestionan para qué se contratan, ni se tiene control sobre las influencia­s, ventajas, relaciones y negocios adyacentes que el ejercicio de su puesto les pueda facilitar, corruptame­nte o al menos privilegia­damente. No se sabe qué protocolos hay para la supervisió­n de la labor de los asesores o si hay alguien que lo haga, y sólo cuando sale destapado un escándalo, como el caso Koldo, de corrupción flagrante, vemos que el problema es lo que han hecho pero también las lagunas en la normativa, y quién ha permitido que suceda eso. ¿La transparen­cia en la contrataci­ón y el número de asesores le importa a algún partido político español?

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