Heraldo de Aragón

El refugio de los dorsales clásicos

- JAVIER L. VELASCO

Con el número 1, el portero; con el 2, el lateral derecho; con el 3, el lateral izquierdo; con el 4 y el 6, los centrales; con el 5, el mediocentr­o; con el 7, el extremo derecho; con el 11, el extremo izquierdo; con el 8 y el 10, los interiores; y con el 9, el delantero centro. Esta es –con algunas variables, según el sistema de juego y el gusto del consumidor– la ordenación clásica del once inicial de un equipo de fútbol. Una tradición que se remonta a décadas de historia, pero que hace tiempo que se perdió.

Actualment­e todos los equipos, desde la élite hasta los prebenjami­nes, usan ya dorsales fijos para cada jugador durante toda la temporada. ¿Todos? No. La UD Casetas, de Regional Preferente, es de los pocos conjuntos de Aragón –si no el único– que se resiste a sacar al césped un once inicial plagado de números 17, 14, 25 o 23. En el campo de San Miguel han apostado por mantener el aroma a fútbol de antes, el respeto a la memoria de este deporte.

Paolo Maldini es recordado con un 3 a la espalda porque jugaba de lateral izquierdo; Cafú nos viene a la memoria con un 2 en su camiseta porque era lateral derecho; Gento desplegó su zurda con el 11; Van Basten fue ‘un 9’ porque jugaba de delantero; y Maradona llevó el 10 por mediapunta… y porque era el mejor. Todo esto se ha perdido. Los jugadores siguen mostrando cierta afinidad por uno u otro dorsal, pero están condenados a llevar el mismo durante toda la temporada. Así, es prácticame­nte imposible que un equipo salte al césped con los números del 1 al 11. Siempre hay un 14, un 17 o un 23, teóricos suplentes en la numeración clási

El portero, con el número 1; el lateral derecho, con el 2; el lateral izquierdo, con el 3… La UD Casetas es el único equipo -o de los pocos- que mantiene, con romanticis­mo, la tradición de usar camisetas del 1 al 11 ca, que salen de inicio en el equipo titular.

En el Casetas también cayeron en esta tendencia, pero hace un par de años quisieron volver a las esencias. Allí los jugadores no son dueños de las camisetas, sino que estas son del club. Talla única para todos y reparto de dorsales antes del partido. El jugador ya sabe en qué posición va a jugar simplement­e con ver el número que llevará a la espalda. Como toda la vida.

«Lo hacemos por puro romanticis­mo», señala Agustín Salas, director deportivo del club. Él se encarga personalme­nte de poner en el vestuario, ordenadas y sobre una percha, las camisetas del 1 al 18. «Cuando termina el partido, una empleada se encarga de la lavandería y de prepararla­s para el partido siguiente», explica. «Creo que los clubes lo hacen por comodidad, pero nosotros ni nos lo planteamos. Es de lo poco que queda del fútbol antiguo y hay que mantenerlo», señala.

El entrenador del Casetas es

Asier Cascán. A sus 30 años, es uno de los más jóvenes del fútbol regional aragonés. Pese a que apenas vivió los tiempos de los dorsales clásicos, comulga totalmente con la filosofía del club: «Soy un romántico del fútbol, así que esto me encanta. De jugador ya me gustaba, y ahora es lo que encaja con un club humilde como el Casetas». Aunque depende de la pizarra de cada día, en su dibujo el 1 es el portero; el 2, el lateral derecho; el 3, el lateral izquierdo; el 4 y el 5, los centrales; el 6, el eje del centro del campo; el 8, el mediocentr­o; el 11 y el 7, los extremos; el 10, el mediopunta; y 9, el delantero. Hasta los suplentes tienen su dorsal en función de su puesto: «El 12 es el defensa diestro, el 15 el defensa zurdo, el 14 el mediocentr­o con buen pie, el 16 otro centrocamp­ista y el 17 y el 18 los atacantes», dice.

«Los jugadores no suelen ‘dar mal’ por el número que llevan, ya saben cuál les toca según la posición en la que van a salir», señala Cascán. Con lo que sí hubo más discusión fue con las tallas de las camisetas: «Ellos querían la M, pero el club prefirió comprar L», bromea el entrenador del equipo.

Cecilio García, presidente del club, señala que fue decisión del director deportivo mantener esta tradición, de la que él se muestra «muy orgulloso». «Da gusto verlos salir con los números del 1 al 11, es algo que se está perdiendo, pero es que es lo de toda la vida», añade.

La historia de los dorsales

En Aragón es difícil encontrar otro ejemplo como este. El Real Zaragoza mantiene los dorsales del 1 al 11 en sus equipos de base, aunque evidenteme­nte no lo hace ni en el primer equipo ni en el filial. El Juventud lo que hace es dar dorsales del 1 al 21 a sus equipos ‘A’, lo que hace que los ‘B’ o ‘C’ se vayan a números por encima del 40, del 50, del 60, del 70...

La historia dice que los dorsales se empezaron a usar hace casi 100 años. Fue en 1928, cuando Herbert Chapman, entrenador del Arsenal, lo propuso para un partido. Entonces, el equipo local jugó con los números del 1 al 11 y el visitante, del 12 al 22. No fue hasta una década después cuando la federación inglesa estandariz­ó su uso. Desde allí, se extendió al resto de ligas y competicio­nes. El paso del tiempo fue consolidan­do la tradición y fijando cada dorsal a una posición. Los nuevos tiempos introdujer­on, fundamenta­lmente por motivos comerciale­s, la estampació­n del nombre del jugador, unida a un número fijo para toda la temporada. Esto acabó con una historia de la numeración clásica en el fútbol que la UD Casetas está empeñada en mantener.

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