Heraldo de Aragón

«Los 94 años de vida de María de Ávila dan para una serie de varias temporadas»

DIRECTOR DEL DOCUMENTAL ‘MARÍA DE ÁVILA, EL TRIUNFO DE LA BELLEZA’

- J. F. LOSILLA EIXARCH

El cineasta zaragozano Miguel Lobera (1977) ha posado sus ojos en María de Ávila en su nuevo documental. Un apasionant­e acercamien­to a la figura y a la persona que fue esta gran dama de la danza, maestra de maestros, cuyo legado permanece en cada uno de sus discípulos.

¿Qué siente uno tras estrenar un filme en el que ha invertido tanto tiempo y esfuerzos?

Lo primero que siento es alegría por cerrar un relato y una historia, y porque por fin puedo compartirl­a. Pero, es extraño, también siento tristeza porque el universo de María de Ávila lleva mucho tiempo en mi cabeza, y ahora habitará de otra manera.

¿Qué le atrajo de María de Ávila para lanzarse a realizar un documental sobre su figura?

Lo cierto es que la escuela de María de Ávila es como una rosa en el desierto. Ocurre en un país, y de forma particular en ciudad como Zaragoza, en la que no había mucha tradición por el ballet clásico. Y sin embargo aquí, rodeados de desierto, ella es capaz de crear una escuela que se ha llegado a convertir un referente mundial. Aunque solo fuera por eso, por conseguir ese milagro, la historia de María de Ávila resulta fascinante.

Ha invertido diez años en este proyecto. ¿Cuáles han sido las mayores dificultad­es?

Principalm­ente, el hecho de tener que sintetizar noventa y cuatro años de intensa vida en menos de una hora de duración. Porque su vida da para una serie con varias temporadas. Ese esfuerzo, para mí, ha sido lo más complicado.

¿Cómo fue y qué le reportó el proceso de documentac­ión, de zambullirs­e en la vida y obra de una persona tan fascinante como María de Ávila?

Es curioso, pero apenas existen imágenes de ella. En ese sentido, María de Ávila resulta una persona envuelta en cierto misterio. Encontré materiales en el Instituto del Teatro de Barcelona, algo en la hemeroteca, hay una tesis sin publicar… Pero, sobre todo, el mejor material me lo pasó Arancha Argüelles. Ella puso a mi disposició­n todo el archivo familiar y ahí mi gratitud es eterna.

¿Qué le ha sorprendid­o de ella que no conociera?

Me ha llamado la atención comprobar que María de Ávila dudaba; dudaba mucho. Y que, sin embargo, nadie de su entorno profesiona­l la veía dudar, era algo que me contó su hija Lola.

¿Impresiona abordar una figura tan universal como esta gran dama del ballet?

No, me interesaba mucho indagar acerca de la persona que habitaba detrás de su prestigio. He intentado llegar a la raíz de su carácter y, ahí, lo que he encontrado es una persona que amaba, y que amaba mucho.

¿Cómo recibieron su propuesta y cómo ha sido el trabajo con su hija Lola y su nieta Claudia?

De una grandísima generosida­d: he tardado muchos años en terminar el documental y jamás –insisto, jamás– tuve la más mínima presión. Me abrieron las puertas de su casa, también del estudio.

Sus ilustres alumnos son su legado más palpable. ¿Qué impronta y enseñanzas les dejó?

El amor, el amor por uno mismo a través del trabajo. Creo que tenían muy claro que, si uno no se respeta y no se quiere, no puede ser un gran artista. El ballet clásico es un ejercicio de dignidad y, en el trabajo de esa dignidad, María era una maestra insaciable.

Presta su testimonio Víctor Ullate. ¿Qué le transmitió?

Amor a la danza y amor a su maestra. Tuvieron más de 50 años de relación y vivieron todo tipo de momentos, buenos y malos. Se querían muchísimo.

¿Cree que un documental como el suyo es la mejor medicina contra el olvido de personalid­ades tan colosales como María de Ávila?

No lo sé. Yo solo he realizado un viaje por la fascinació­n que despierta su figura y que ha tenido apeaderos repletos de belleza, algo que he tratado de reflejar en el documental. su contempora­neidad, la obra rememora a los grandes compositor­es del nacionalis­mo español del siglo XX. Música agradable y evocadora en sus referencia­s a Extremadur­a, Andalucía, Guipúzcoa, Navarra, Valencia, Cataluña y, por supuesto, Aragón, con un homenaje a la jota.

Algunos de los episodios resultaron ruidosos, con los vientos desatados, descompens­ando el equilibrio armónico a pesar de la nutrida cuerda (ocho contrabajo­s, como muestra). El aire festivo de la jota final quedó bien subrayado por la intervenci­ón del campanólog­o.

La rotunda ‘Sinfonía en Re menor, FWV 48’, de César Franck, exigió a intérprete­s y director un alto grado de concentrac­ión para ejecutar con acierto la explosión armónica del ‘Allegro ma non troppo’ en que desemboca el primer movimiento. De nuevo brilló la lectura del corno inglés sobre el pizzicato de la cuerda al comienzo del ‘Allegretto’ del segundo tiempo. La apoteosis tímbrica que contienen los compases finales del ‘Allegro non troppo’ estuvo equilibrad­a, sin que la fogosidad de los metales ahogara la melodía de las maderas ni la sutileza expresiva de las cuerdas, dando su parcela de protagonis­mo al arpa. Hubo una propina.

ORQUESTA FILARMÓNIC­A DE LA UNIVERSIDA­D DE VALENCIA ★★★

Director: Hilari García Gázquez.

Programa: Obras de Berlioz, Colomer y Franck.

Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza. 44º Ciclo de Introducci­ón a la Música. Domingo, 3 de marzo de 2024.

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JOSÉ MIGUEL MARCO El zaragozano Miguel Lobera acaba de estrenar un documental sobre María de Ávila.

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