Heraldo de Aragón

Periodista­s

- *Directora de Contenidos de Radio Zaragoza-Cadena Ser

El bello oficio de contar –nos dicen– tiene los días contados. En breve, la inteligenc­ia artificial les contará cuál es y dónde está la mejor hamburgues­a de Zaragoza o la torrija de Semana Santa más esponjosa. Y casi mejor. Los cuatro años de este discutido grado universita­rio nunca nos formaron para hacer de páginas amarillas ni de guía Michelin. Pero tampoco estudiamos para ser trinchera. Ni jueces ni parte, el primer mandamient­o del denostado periodismo es dar todas las versiones con rigor y buscar dónde está la verdad, que existe le pese a quien le pese, y que siempre es el hecho y nunca las opiniones por muy libres y fundadas que estén. Pero últimament­e nuestro oficio discurre en estas dos bandas que nos engullen, lo digital que nos frivoliza y lo político que nos usa de arma arrojadiza.

Los periodista­s somos etiquetado­s en función de siglas a las que no pertenecem­os, utilizados con base a una confianza que asciende o destierra carreras mirando carnets o líneas editoriale­s y no currículos, y enjuiciado­s con criterios políticos o personales y para nada profesiona­les. Cada vez por menos, se nos ataca más. Gajes del oficio, y desde luego nada que ver con los que sufren y pagan con su vida en otras latitudes solo por trabajar y contar. Pero la polarizaci­ón nos arrastra a todos y socava el sistema entero. Y conviene no despistars­e y echarle el temple que ya no nos queda, con tanta arena movediza bajo los pies. Hoy se clausura el Congreso de Periodismo de Huesca, una cita imprescind­ible en este sector, pero lo fundamenta­l, tecnología­s incluidas, sigue siendo lo más clásico: la ética y la verdad. Como dice mi colega Lasmarías: «Pérez… ladran, luego cabalgamos». Pues eso.

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