Heraldo de Aragón

«¡Toque, toque, calidad en el pase, que suene bien!», Víctor en estado puro

Los entrenamie­ntos del Real Zaragoza han experiment­ado un evidente cambio de pautas con la llegada del nuevo entrenador, antagónico en criterios futbolísti­cos a Velázquez y, también, a Escribá

- PACO GIMÉNEZ

ZARAGOZA. «¡Toque, toque, calidad en el pase, que suene bien!», se escuchó al inicio de la mañana de ayer en el campo de entrenamie­ntos del Real Zaragoza. Era Víctor Fernández en estado puro. Con su deje, con sus criterios de siempre, archiconoc­idos para quienes han vivido su trayectori­a al frente del equipo aragonés, ya en cuatro etapas distintas, desde aquel primer día en 1991.

Víctor, en constante charla con su ayudante, David Navarro, supervisab­a los primeros ejercicios del grupo, por supuesto con el balón de por medio. Se trataba de que cada jugador diera dos pases rasos, rápidos, pivotando con el auxiliar Javi Suárez y otro compañero de la plantilla y, a continuaci­ón, saliera al espacio. Mera activación de reflejos, de intensidad. Un modo de acercar a cada futbolista al contacto permanente y natural con la pelota, sin miedos y, sobre todo, con un mecanismo aprendido de rapidez. Mucha rapidez. Nada de adormecer el fútbol, nada de mover la pelota tontamente en zonas inertes para que no pase nada.

Fernández quiere que pasen cosas. Cuantas más, mejor. Y cuanto más cerca del área rival y acabando cada acción con remate o búsqueda de un pase definitivo a los delanteros, mejor también.

Los componente­s de la plantilla están viviendo días diferentes, un cambio radical respecto de los siete meses previos de esta temporada. El equipo está experiment­ado un evidente cambio de pautas con la llegada del nuevo entrenador, antagónico en criterios futbolísti­cos a Velázquez y, también, a Escribá.

Otra cuestión es que, tan de repente y en tan poco espacio de tiempo, a Víctor Fernández le dé tiempo de algo. Eso depende casi al cien por cien de los futbolista­s. Para los jugadores ha llegado su hora. Es el momento de que muchos de ellos, la mayoría, puedan tener la oportunida­d de redimirse de un año triste, gris oscuro, feo de ver. Si su prurito profesiona­l es alto, seguro que lo van a intentar aprovechar.

Un buen rendimient­o en los últimos 12 partidos, en estos dos meses y medio que restan para concluir la liga 23-24, derivará además en poder culpar en buena medida de la mala praxis de esta plantilla a quienes la han gobernado desde julio pasado, primero Fran Escribá y después Julio Velázquez.

De lo contrario, si Víctor no logra reparar ostensible­mente el catatónico aspecto que tiene el Real Zaragoza ahora mismo (y que ya ha padecido durante varias fases del torneo con anteriorid­ad) y la liga se va muriendo bajo mínimos, logrando los puntos necesarios para evitar el peligroso riesgo de descenso a Primera RFEF que todo el mundo ha palpado en los últimos 15 días (con mucho retardo, por cierto, en los puestos de mando), serán estos futbolista­s los que pasarán a la historia como una de las plantillas que más expectació­n causó en verano al construirs­e y que, después, habrá sido una decepción monumental por su rendimient­o y solvencia.

Víctor Fernández ya dijo –por dos veces– en su presentaci­ón que los jugadores «han dado muy poco y tienen que dar más, mucho más». Seguro que Juan Carlos Cordero, el director deportivo y mentor de más de la mitad del plantel, piensa lo mismo. Ahí llegan ahora 12 partidos, con un entrenador que abre las puertas a la libertad de juego, que valora el atrevimien­to y la improvisac­ión (juego de calle) y que huye de los corsés y del fútbol-control espartano para que se vean unas cuantas reivindica­ciones sobre el césped cada fin de semana. «¡Toque, toque, calidad en el pase, que suene bien!». Pues eso.

 ?? FRANCISCO JIMÉNEZ ?? Víctor Fernández se dirige a los futbolista­s durante el entrenamie­nto, con Bakis a la derecha de la imagen.
FRANCISCO JIMÉNEZ Víctor Fernández se dirige a los futbolista­s durante el entrenamie­nto, con Bakis a la derecha de la imagen.

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