DOLOR DE CABEZA? Hay cosas muy sencillas que en la mayoría de los casos leves y persistentes evitan que estalle esa cefalea
El mundo se divide entre los que tienen constantemente dolores de cabeza y los que apenas saben lo que es eso. Los asiduos conocen muy bien el proceso. «Es una molesta sensación premonitoria. Notamos cierta tensión, embotamiento, malestar, dolor. Treinta minutos después, podríamos emplear otras palabras: punzada, martilleo, taladro. Ahora ya es una cefalea», describe Amanda Ellison, profesora del departamento de Psicología de la Universidad de Durham, en el Reino Unido, y destacada investigadora en el campo de la neurociencia. ¿Podemos hacer algo en esos primeros compases para intentar que no vaya a más? La voz popular dice que, si dejamos campar a sus anchas un dolor de cabeza sin tomar fármacos, va a empeorar, porque no se va sin pastillas...
Ellison contradice esta creencia tan extendida. Y para ello nos explica cómo se desencadenan la mayoría de las cefaleas: si los vasos sanguíneos del sistema cerebrovascular –el encargado de proveer al cerebro del único combustible que puede utilizar, la glucosa– se dilatan por cualquier motivo (estrés, fatiga visual, hambre, sed...), saltan las alarmas en forma de dolor. «Cuando utilizas distintas partes del cerebro, el flujo sanguíneo se desvía hacia allí para proporcionarle lo que necesita para funcionar», indica la experta, autora de ‘¿Por qué me duele la cabeza?’ (Ed. Alienta). Por ejemplo: si abusamos mucho del sistema visual, se desvía hacia las regiones occipitales. El dolor se produce, explica, cuando el sistema vascular, que transporta esa sangre a las zonas ‘necesitadas’, no da abasto y, para solucionarlo, se dilatan los vasos para que llegue más sangre y más rápido. Y es precisamente esa vasodilatación la que activa el dolor, para lanzar un mensaje que no pase desapercibido: «Aquí existe un peligro, deja de hacer lo que estás haciendo», traduce Ellison. A veces, el dolor es tan incapacitante que nos obliga a hacer algo (comer, beber, relajarnos, cesar una actividad que nos cansa) y, por tanto, el trabajo extra de los vasos sanguíneos termina, vuelven a su tamaño normal y termina el mal rato.
Tal y como recalca la experta, conociendo este proceso, hay cosas que podemos hacer antes de echar mano de los analgésicos. Además, estudios científicos recalcan que excederse con estos fármacos puede incluso volvernos más propensos a las cefaleas (de hecho, deberíamos limitarlos, como mucho, a tres tomas a la semana). ¿Y cómo nos podemos ahorrar muchas pastillas? «El remedio más común para una cefalea leve y persistente sale del grifo», sentencia Ellison. Sí, es el agua.
El proceso es el siguiente: como todos sabemos, los humanos estamos compuestos por un 60% de agua. Pero, como se usa para un montón de funciones vitales, puede ser que nos deshidratemos si no hay la suficiente en el torrente sanguíneo. Y, como el cerebro «contiene la friolera de 1,4 litros», suele ocurrir que los riñones la ‘roban’ también de ahí. De este modo, «el cerebro se encoge literalmente como una esponja seca». «Y este encogimiento es la causa de la cefalea más común, la cefalea por deshidratación», asegura Ellison. Así que, antes de tirar de analgésicos, unos buenos vasos de agua pueden solucionar el problema. Si nuestro cerebro necesita hidratarse (que es lo que ocurre con el dolor de cabeza de las resacas) y eso nos causa dolor,