Heraldo de Aragón

Víctor tiene tajo

El Zaragoza cae contra el Espanyol y sigue sin ganar y sin marcar. El cambio de técnico trajo otras intencione­s, pero el equipo siguió exhibiendo pobreza ofensiva Un gol de Javi Puado fue definitivo

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En La Romareda (Zaragoza)

Ni se abrieron las aguas del mar Muerto, ni se convirtió el agua en vino: Víctor Fernández, en su regreso a una Romareda metida en su bolsillo, descubrió la realidad de las cosas, del fútbol y de la categoría, y se enfrentó así al abismo que hay ahora debajo del Real Zaragoza. Su derrota contra el Espanyol, un adversario superior en todos los órdenes, sigue profundiza­ndo su crisis: ni gana ni marca goles. Los problemas siguen muy vivos. El impacto de Víctor se apreció en la energía y mentalidad del colectivo. Más allá de eso, solo cambiaron las intencione­s, más briosas y desacomple­jadas. Pero al equipo, mejor en el segundo acto más por ímpetu que por fútbol, le siguió costando carburar a nivel ofensivo e imponerse en las zonas de finalizaci­ón. Tiene tajo por delante Víctor para levantar al enfermo.

Podría decirse que solo ha tenido cinco días para ello, pero menos ha tenido aún Manolo González, también de estreno. Y el Espanyol sí exhibió cambios notables, dominando las diferentes situacione­s y momentos del partido: supo cuándo tocar, cuándo correr, cuándo defenderse arriba, cuándo pertrechar­se atrás… El arreón del Zaragoza en la segunda mitad les puso en más tensión, pero sin padecer grandes apuros.

Víctor cambió a defensa de cuatro, armando un 4-2-3-1 de estructura clásica, al que se alistó Bakis, aún lejos de sus mejores piernas. La nota más destacada fue la posición de Mouriño. Víctor había proclamado su intención de no sacar a ningún futbolista de sus espacios naturales, pero eligió, como excepción, al uruguayo en el lateral derecho, con el objetivo de incrementa­r la musculatur­a de la posición, el empaque y la solidez. También para compensar a Valera. Sin embargo, fue el día equivocado para la maniobra, tal y como desvelaron los acontecimi­entos. El equipo, por otro lado, tuvo más oferta delante del balón. Valera mejoró, en este sentido. No tanto un Maikel Mesa demasiado retórico y comodón. Pero el conjunto aragonés tuvo más opciones de pase. Otra cosa es que el juego lograra trenzar y progresar.

El Zaragoza pasó la primera mitad metido en un laberinto, empachado de balón, de posesión y de discurso. Dominó la pelota, pero no el juego. Ahí, el Espanyol demostró tener más controlado­s y mejor concebidos los secretos de la tarde. Al choque rápidament­e se le vio dónde iba a desarrolla­r su nudo: la banda derecha del Zaragoza. El naufragio de Mouriño como lateral en ese lado fue imponente y letal. Puado lo fijaba por dentro, lo ponía a medio camino de todo y de nada, y el Espanyol lanzaba toda su furia sobre el agujero abierto en ese flanco, donde no tardó en detectar la debilidad del entramado diseñado por Víctor. Dos acciones avisaron de los nubarrones que se venían a raíz de ese desajuste, con el Espanyol generando muy fácil situacione­s de centro desde su banda izquierda.

Álvaro Aguado no acertó a empalmar un balón caído en el área de Badía y Braithwait­e disparó alto otra pelota suministra­da desde el espacio donde el Zaragoza se había desnudado. Y así, a la siguiente, el Espanyol le hizo el traje al equipo de Víctor. El Hilali se infiltró en un espacio intermedio, vio a Braithwait­e, descargó a la derecha y ahí apareció una autopista para Oliván, cuyo centro, puesto con purpurina, lo cazó Javi Puado, experto en desembalar ese tipo de regalos. El genial jugador no lo celebró. La electricid­ad que había desatado la presencia de Víctor en los interrupto­res de la grada de La Romareda en los primeros minutos se apagaron de golpe.

Al Zaragoza se le retorció así la trama al poco de empezar. El Espanyol, con su dibujo elástico, le interpreta­ba en todo momento y lo anulaba. El Zaragoza se exponía y se desorganiz­aba en la presión a todo campo, y por ahí su línea defensiva sufría contra las oleadas rivales, con mucho cara a cara.

Apenas la mezcla de Toni Moya y Francho aportó cosas interesant­es en un equipo que, conforme pasaban los minutos, era el mismo tratado de impotencia de

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TONI GALÁN Alejandro Francés, el mejor zaragocist­a sobre el campo, se lamenta de una ocasión perdida.

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