Heraldo de Aragón

Colonial estupidez

- Ilia Galán* *Profesor de Estética en la Universida­d Carlos III

Las aves tropicales cantan la mañana mientras en la terraza contemplo la floresta que me rodea aquí, en Kenia, antes de ir a impartir una conferenci­a... Ayer pude contemplar cómo los monos se acercaban a la autovía, pasaron leonas a menos de dos metros del coche que me llevaba... Y aquí la herida de la colonizaci­ón está todavía abierta, aunque mucho se lea a Karen Blixen y acudamos por millares a visitar su finca colonial, sus muebles y sus recuerdos de África. Fuera de la lengua inglesa apenas dejó la corona británica algo más que el ferrocarri­l, explotándo­los, y para hacerlo murieron decenas de personas. No es lo mismo la América Hispánica, donde se construían para siempre catedrales y universida­des, como en las islas del rey Felipe, en nuestro Oriente, pues también lo mismo se hacía en Filipinas, eran parte de España. Aquí, en cambio, azotaban a los criados kikuyus, en tierras arrasadas por la esclavitud primero por árabes y luego por europeos

El actual ministro de Cultura de España anunció una revisión de los museos estatales. Miedo da pensarlo. Dice que quieren revisar las coleccione­s estatales para «superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntri­cas».

El mismo ministro quiere destinar fondos a proteger el asturiano y el aragonés... Mientras, aquí, con decenas de lenguas entre diversas tribus o regiones, todos se alegran de tener el inglés como vehículo común de comunicaci­ón, además del swahili... Occidente se está suicidando mientras el resto del mundo pretende imitarlo. Nairobi, una ciudad intransita­ble para un blanco, muestra un gran desarrollo económico junto a una inmensa, terrible miseria.

Es hermoso contemplar cómo la primera reserva natural de África sobrevive gracias a las ideas elaboradas durante siglos por Occidente, para conservar la naturaleza, idea que aquí no se tenía, aunque también nació por el abuso de los cazadores blancos que disparaban sin freno a todo tipo de animales, llevándose como trofeo sus colmillos, cuernos o pieles, y a veces ni siquiera eso.

La pobreza impone un sentido común ajeno a quienes viven y las prioridade­s entonces son claras.

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