«Vanguardia y mundo rural están más unidos que nunca»
¿Qué tiene Sobrarbe que enamora aunque no se haya nacido allí?
Es verdad, tiene algo que te hace sentir como en casa y echarlo de menos cuando estás fuera. No sé si es el paisaje, la gente o un compendio de todo, pero es un territorio que engancha y atrae.
Además, la Ronda de Boltaña ha contribuido a poner letra y música a sentimientos muy compartidos.
Por los orígenes míticos del reino de Aragón, Sobrarbe es un referente al cual se mira con cariño y la Ronda de Boltaña ha hecho que se universalicen cosas desde lo local, sus canciones tienen un gran poder cohesionador.
También Espiello, el Festival Internacional de Documental Etnográfico de Sobrarbe que se celebra estos días, muestra que un pequeño lugar entre montañas como Boltaña no es una postal que mirar sino un vigoroso motor cultural.
Son iniciativas que demuestran cómo desde lo más cercano se puede llegar más allá, a gente de todo Aragón o de más lejos.
¿Transforman ideas preconcebida sobre el medio rural?
Durante mucho tiempo el medio rural se vinculaba al atraso y, a nivel cultural, quienes se quedaron a vivir aquí tenían un poco de sentimiento de inferioridad. Y yo creo que ahora el concepto de vanguardia y mundo rural están más unidos que nunca.
¿A qué puede deberse?
Se hacen un montón de iniciativas desde muchos sitios, pero, además, hay algo de esa vuelta a la esencia que es común en la sociedad actual. Lo vemos en alimentación, agricultura, ganadería... Nos estamos dando cuenta de que tenemos que volver a como nos relacionábamos con el medio ambiente y entre nosotros. Y estas iniciativas del mundo rural tienen mucho que decir, porque la mayoría de ellas se trabajan de manera comunitaria, algo que es muy importante, porque recupera ese espíritu de ‘a vecinal’ que se daba en los pueblos, de hacer todo entre todos. Como técnico cultural, programar en un pueblo es muy diferente a programar en una ciudad. ¿Cómo participan los vecinos?
En el jurado de preselección hay entre 30 y 40 vecinos que cada año ven y valoran una media de 60 ó 70 documentales; hacemos con ellos talleres de formación.
Habrá ya verdaderos expertos en documental etnográfico.
Después de 21 ediciones, imagínate todo lo que se ha visto, es algo que se nota luego en los coloquios. Esa capacidad de unir a un grupo de gente muy amplio y muy diferente es una de las cosas más bonitas que suceden en el festival. En un medio rural de montaña, donde los inviernos son duros y hay menos actividad, que un grupo de personas tenga la posibilidad de formarse, de educar la mirada tanto en cine como en antropología, de debatir a lo largo de meses sobre esas películas que han visto... no tiene precio.
En estos documentales se encuentra uno lo propio, lo diferente y lo universal.
Lo que más suele llamar la atención no es lo más exótico, sino las similitudes, más que las diferencias. En el mundo en que vivimos es cada vez más importante ese diálogo intercultural que fomentan las películas que proyectamos en Espiello. Muchas veces nos sentamos en la butaca del cine esperando ver cosas muy diferentes porque el documental va de una tribu del Amazonas o de un pueblo perdido de un lugar lejano y, al final, encuentras cosas muy parecidas a las que vivimos cada día.
¿Cómo afecta el actual consumo acelerado de contenidos?
La forma de consumir está cambiando los hábitos del espectador y también del creador. Pero los extremos siempre conviven, así que frente a ese devenir, sobre todo a través de redes, de imágenes sin contenido, muy rápidas, en piezas muy cortas, quizás perviva un documental más observacional, más reposado.
¿Qué le diría a esa gente que ve películas a doble velocidad?
Puede parecer que al verlo más rápido ves más cosas, pero es al revés, lo que estás haciendo es ver muchas menos y perder el tiempo. Además de ser una falta de respeto a los creadores.
El lema de este año es Travesías. ¿Tiene algún viaje pendiente?
He hecho viajes que me han interesado mucho, pero uno que tengo pendiente es a cualquier lugar de África. No he estado nunca en el continente africano y me gustaría mucho, simplemente la luz –dicen– ya es una luz diferente.