Heraldo de Aragón

El chocolate espeso

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Puede que usted sea ese miembro del grupo de viajeros en un fin de semana que se encarga de la reserva, recoge la pasta de los convocados, hace la compra y la guarda en su maletero privándose de sitio para sus cosas, se asegura de que todo esté listo antes de llegar y recuerda luego a todos que no se dejen el cargador del móvil. Puede, por el contrario, que pertenezca al club A Mí Que Me Entren Y Ya Pagaré El Lunes Si Eso: disfruta como nadie y suele ser el alma de la fiesta, pero sepa que a pesar de ello, sus amigos le tienen bastante tirria. Quizá sea el Escaqueado­r Silencioso que trata de escaparse de los gastos comunes en directo como si en ello le fuera la vida: sepa usted que hay uno en la pandilla, El Que Se Fija, que lo tiene calado y no le va a pasar ni una. También podría ser usted esa persona que se ha olvidado la cartera en casa y no tiene una tarjeta bajada en el móvil, ni metálico, porque se le ha quitado la costumbre del ‘cash’ en la pandemia. O puede que sea el ‘middle man’: buena voluntad, algo desastroso, colaborado­r a ratos y honesto, aunque egoísta con el churro que sobra en el desayuno. Sepa usted que hay cada vez más ‘apps’ que llevan las cuentas claras y conservan amistades y espesan el chocolatic­o caliente que le vuelve a usted locuelo. Todo se anotan en el móvil, cada cual paga alguna cosa (se vale recordar a los recalcitra­ntes en el escaqueo, excepto al que no lleva cartera, que hay que rotar en eso) y la ‘app’ va arrojando saldos parciales, acompañado­s de una resolución individual­izada de esas cuentas. Es necesaria una ronda de sinceridad previa: todos los compañeros de viaje deben poder permitirse la aventura, no se sale para sufrir. El socialismo utópico al servicio del capitalism­o, y al contrario: carga compartida, pagos individual­es, componenda­s personaliz­adas, amistades intactas. Si todo fuera tan fácil en la vida...

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