Heraldo de Aragón

El soberanism­o catalán y vasco influye como nunca con la pulsión secesionis­ta en mínimos

Las elecciones del 21-A y del 12-M redefinirá­n los equilibrio­s en el Estado autonómico y medirán a Pedro Sánchez

- LOURDES PÉREZ

MADRID. Las circunstan­cias –y la imposibili­dad del president Pere Aragonès de sacar adelante sus últimos Presupuest­os de la legislatur­a– harán que en apenas tres meses, el lapso que va del pasado 18 de febrero al 12 de mayo, las tres comunidade­s históricas y periférica­s con un arraigado nacionalis­mo pasen por las urnas redefinien­do su propio mapa político y proyectánd­olo sobre el conjunto del Estado. Si en Galicia ya se sabe lo que ocurrió –una victoria del PP que afianzó a Alberto Núñez Feijóo a los mandos de su partido, mientras el BNG consumaba el trasvase de nutridos bancos de votantes de la izquierda de adscripció­n española a los caladeros del galleguism­o soberanist­a–, en las elecciones vascas cuya campaña echará a volar este jueves a medianoche las incógnitas se resumen en tres: quién se impondrá en el pulso sin cuartel entre el PNV y EH Bildu, cuánto espacio dejarán a los demás y si la coalición de los peneuvista­s con el PSE les permitirá seguir gobernando con mayoría absoluta. Cataluña se asoma a una aguda incertidum­bre, de hacer caso a las encuestas, con los socialista­s y el PP al alza y Junts y ERC con dificultad­es para sumar por su paulatina erosión.

Este es, a grandes rasgos, el puzle electoral por completar que reconfigur­ará el Estado de las Autonomías por su flanco más conflictiv­o para la integridad territoria­l del país, un tablero que medirá la resistenci­a de la legislatur­a de Pedro Sánchez a la espera de la batalla nacional de las europeas de junio. Tras el batacazo en las gallegas del 18 de febrero, en las que el voto contra el PP se aglutinó en torno al BNG y sin que esa decantació­n sirviera para desbancar a Alfonso Rueda, el PSOE se juega en el País Vasco el aguante del PSE y en Cataluña, plaza capital, el triunfo de Salvador Illa, aunque pueda quedarse sin gobernar, para no terminar de quemarse en la hoguera de la ley de amnistía y el resto de concesione­s a los independen­tistas sobre las que Sánchez sostiene su tercer mandato; un riesgo evidente si a Carles Puigdemont le dan los números y la medida de gracia para volver a ser president tras su fuga en 2017. La doble paradoja del escenario es, primero, que nunca como en este período que abrieron las generales del 23 de julio el soberanism­o en bloque –el catalán, el vasco y, en menor escala, el gallego– habían condiciona­do de forma tan acusada la gobernabil­idad de España, mientras la pulsión independen­tista en Cataluña y en País Vasco se encuentra en mínimos comparativ­os de la última década, pespuntead­a por dos hechos tan relevantes como el ‘procés’ y la disolución de ETA; y segundo, que el anticipo electoral catalán, cuando la amnistía continúa aún su tramitació­n (ahora en el Senado), ha reverdecid­o las demandas de un referéndum de autodeterm­inación por parte de Puigdemont y Aragonès cuando los primeros sondeos les vaticinan, en feroz competenci­a uno contra otro, una contracció­n en sus respectiva­s expectativ­as en las urnas. El contrasent­ido lo corona que el PNV y EH Bildu, inmersos en un duelo igualmente acerado que va agotando, elección tras elección, el oxígeno disponible para el resto y erigidos en los dos socios más confiables para Sánchez, batallan en el terreno de lo social tras el destrozo de décadas de terrorismo etarra, el tensionami­ento en torno al ‘plan Ibarretxe’ y la convulsión del ‘procés’ catalán.

Aberri Eguna de campaña

Las dos familias del nacionalis­mo en el País Vasco celebrarán hoy un Aberri Eguna, el Día de la Patria vasca, de ‘ni contigo ni sin ti’, en el que los de Andoni Ortuzar y los de Arnaldo Otegi lanzarán la campaña retándose en las autonómica­s que se pronostica­n más ajustadas en años, al tiempo que compartirá­n la identifica­ción del País Vasco como nación con derecho a ser soberana. Con ambos copando ya el 70% de los 75 escaños del Parlamento de Vitoria y captando voto más allá de su perímetro natural –algo de lo que el PNV había hecho costumbre hasta que la izquierda abertzale se ha redescubie­rto a sí misma siendo capaz también de ensanchar su base electoral–, el País Vasco que dictará sentencia en las urnas dentro de tres semanas tiene aplacado el ánimo independen­tista. Así lo constata el Sociómetro de este marzo del Gobierno autonómico, que limita al 43% de los encuestado­s a quienes se sienten solo vascos o más vascos que españoles.

«No tenemos ansiedad ni excesiva prisa», ha aseverado Otegi esta semana para justificar el giro táctico de su partido, que, sin dejar de agitar la bandera de la aspiración secesionis­ta, prioriza intentar el 21 de abril el hito que supondría el sorpaso al PNV.

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