Heraldo de Aragón

La crecida del Gállego tensiona la mota de Peñaflor y anega campos sin dañar las casas

El caudal máximo alcanzó los 437 m por segundo Los vecinos exigen que se repare la vía de acceso a sus viviendas

- MÓNICA FUENTES RUIZ MARÍA JOSÉ VILLANUEVA

ZARAGOZA. Anegó los campos y tensionó la mota, pero sin llegar a salirse del cauce. Así pasó de madrugada el río Gállego por las urbanizaci­ones Soto II y Soto Peña Ortiz, en Peñaflor, donde alcanzó el pico a las 4 de la madrugada con 437 metros cúbicos por segundo. Se libraron las viviendas de las 25 familias que fueron desalojada­s de forma preventiva. Cinco cenaron, durmieron y desayunaro­n en el pabellón municipal. Pasaron «muy mala noche». Y no era para menos.

El imprevisib­le Gállego bajaba con fuerza por las intensas precipitac­iones, el desembalse del pantano de Ardisa y las brozas del cauce. Si el río bajaba como 3 en 2016 apenas se notaría. Los problemas llegarían si se asemejaba a las de 2012, que todos recuerdan con pavor.

A las 6.15 ya había bajado a 422 metros cúbicos por segundo y se adelantó la hora de la vuelta a casa. La alcaldesa del barrio rural, Mamen López, que pasó la noche al habla con Bomberos y Protección Civil, lo comunicó a través del Whatsapp. El principal riesgo para los vecinos, el que motivó el desalojo, es el mal estado del camino que da acceso a las urbanizaci­ones que se construyer­on hace 40 años. Está repleto de baches, es muy estrecho y, como el pico estaba previsto de madrugada, no había garantías de que se pudiera evacuar con rapidez en el caso de que fuera necesario. «Es el único acceso. Si un coche se queda cruzado podría bloquear al resto», explicó.

Pero no solo. Mario Pisco, representa­nte de los vecinos de la urbanizaci­ón, está convencido de que si no se arregla el camino, «algún día habrá una desgracia». «¿Qué ocurriría sin tiene que entrar una ambulancia?», cuestionó. Pidió a la Administra­ción que busque soluciones, las que se puedan, pues sabe que al ir a parar al río hay limitacion­es.

Aunque la mota aguantó la embestida del Gállego, la alcaldesa pedánea urge su revisión por si viniera otra crecida. Habrá que comprobar, también, los daños en el campo. Mamen López señaló que «según el ritmo de plantación que llevaran, puede sufrir graves daños».

A las once de la mañana se retiraron las balizas y los vecinos llegaron a sus casas. «Por el volumen que se anunciaba pensábamos que no iba a pasar nada. Nos obligaron a salir. Tienes la angustia de que pueda pasar algo, pero al final no ha ocurrido nada», manifestar­on los residentes, con cara de alivio.

En la mente de la mayoría de ellos siguen los estragos que causó la crecida de 2012, la peor que ha sufrido el barrio rural. «Soltaron todo el agua de golpe, sin conocimien­to, y ha sido la única vez que ha pasado algo», indicó Jovita, que es partidaria de limpiar el cauce. «De como estaba hace 40 años a ahora no tiene nada que ver», lamentó.

Tampoco olvida Mario Pisco la riada de 2012. La actual ha sido «un poco bruta», pero menos intensa. La de hace catorce años sí causó graves daños, y aún hay marcas en su casa que muestran el metro que alcanzó el agua. Aunque su vivienda está a 600 metros del Gállego, el río rompió la mota, volvió a su cauce, rodeó las viviendas y las inundó.

Solo llevaban diez meses viviendo en la urbanizaci­ón. Sus efectos personales se vieron muy dañados. «Es lo que más duelo te hace porque lo que pierdes son recuerdos», lamentó. Tuvieron que afrontar importante­s pérdidas económicas. Más de un mes y medio tardaron en regresar a casa. «Era como una piscina. Al abrir la casetas no había una cosa en su sitio. Y gestionar eso mentalment­e es complicado», aseguró.

Pisco, que pasó la noche fuera con sus dos hijos y su pareja, explicó que, aunque estaban preocupado­s, disponer de datos sobre el caudal y saber que el pico iba a pasar rápido les ha dado «cierta tranquilid­ad». A rebajar la velocidad del caudal contribuye­ron dos canales construido­s por la Confederac­ión Hidrográfi­ca del Ebro (CHE). Confió en la responsabi­lidad de los que gestionan los desembalse­s.

Durante toda la noche estuvieron los Bomberos y Protección Civil vigilando el cauce del Gállego. En Peñaflor, era importante que el río no superara los 500 metros cúbicos por segundo. El agua no llegó a las casas. Solo había agua en una de ellas, pero por el nivel freático. Tampoco hubo daños en las perreras y la vaquería a las que se dio aviso de que debían permanecer en alerta, según indicó la concejala de Bomberos del Ayuntamien­to de Zaragoza, Ruth Bravo, que pidió a los ciudadanos que no se asomaran a los cauces. Sí hubo algún camino inundado en la desembocad­ura del Ebro.

Tal y como estaba previsto, a las 15.00 se desactivó el Plan de Emergencia­s Municipal en fase de ‘alerta naranja’ ante la crecida extraordin­aria del río Gállego.

El Gobierno de Aragón mantiene el nivel de alerta por los episodios de lluvia, la fusión en cabeceras de los ríos y hasta ver la evolución de la laminación.

En Zuera, el nivel del Gállego había bajado «bastante» ayer, según explicó su alcalde, José Manuel Salazar. «Los daños en el municipio son los propios de la inundación y poco a poco volvemos a la normalidad», destacó. El descenso del caudal del Mesa permitió reabrir la carretera Z-453 entre los kilómetros 1 y 1,5, en Jaraba. La crecida obligó el sábado a cortar la vía que había quedado inundada en el tramo entre los Balnearios Sicilia y La Virgen.

Los vecinos recordaban ayer la riada de junio de 2013, que coincidió con las inundacion­es en el Pirineo, sobre todo en Benasque, pero sin consecuenc­ias graves en Fraga. «Entonces llegamos a 1.050 metros cúbicos por segundo, pero hoy el río está más sucio y no podía aguantar», señaló el alcalde, que destacó el papel que han jugado los embalses para retener la crecida, aunque lamentó que el agua se haya ido por las compuertas de fondo y acabe en el mar.

Los embalses de Mediano y El Grado, en la cabecera del Cinca, pudieron laminar la avenida, a pesar de que están desembalsa­ndo desde el jueves. Ayer se encontraba­n al 99,2% en ambos casos y las presas siguen soltando agua.

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FRANCISCO JIMÉNEZ Zona encharcada en la urbanizaci­ón El Soto II del barrio rural de Peñaflor.

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