Heraldo de Aragón

Algo más que una centenaria

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A todas las personas que llegan a centenario­s/as se les suele preguntar sobre cómo han podido llegar tan lejos en su vida y resistir el paso de cien años. Más allá de las singularid­ades, los que he conocido siempre me han sorprendid­o por la descripció­n de sus peripecias vitales, por dónde han pasado para llegar hasta los cien cumpleaños.

La semana pasada nos citamos con Mercedes Lahera en la residencia Ballesol, donde lleva apenas un año y cumplió los 100 el pasado 25 de noviembre de 1923. Ella era una de las telefonist­as que provocaron que el gobierno de Franco tuviera que modificar en 1962 la ley para que las mujeres pudieran casarse, tener hijos y seguir trabajando, en lugar de ser despedidas como hasta entonces. Lo mejor era saber que la posguerra supuso que ella, como muchas de sus compañeras, tuvieran que dejar de estudiar con 15 años y empezar a trabajar, fuera como modista (no le gustaba), escribient­e en el Ayuntamien­to de Calatayud, profesora de gimnasia (prefería enseñar a jota a los mismos alumnos del instituto de Calatayud) y, al final, se hizo telefonist­a. Para miles de mujeres españolas era la alternativ­a a la vida que la dictadura había elegido para ellas de quedarse en casa.

Su familia fue también su destino: ayudar a su madre y a una de sus hermanas (eran cuatro) porque eran paralítica­s. No tenía mucho tiempo para auxiliarle­s por la mañana y trabajar por la tarde en la sede de Independen­cia o en el edificio del Portillo. Pero esta mujer centenaria, hija de un capitán de la Guardia Civil, quien falleció con 103 años, se hizo experta en la Bolsa e invertía en acciones de Telefónica o el Banco Central, algo inédito para su generación. Se hizo experta para ganar de jubilada como su hermana maestra. Ella es algo más que una centenaria.

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