Los médicos residentes afrontan la hora de la verdad
El Hospital Clínico de Zaragoza muestra por primera vez sus unidades docentes a cerca de un centenar de graduados y futuros mir
Belén Castro, de 24 años y natural de Logroño, tiene claro que quiere ser médico de familia en Aragón, donde ha estudiado la carrera. Su amiga Sara Gracia, de la misma edad, no descarta optar por esta especialidad, aunque también le interesan otras como Pediatría, Endocrinología o Rehabilitación. Ambas acudieron ayer a la primera jornada de puertas abiertas dirigida a los mir (médicos internos residentes) del Hospital Clínico Universitario Lorenzo Blesa de Zaragoza en la que participaron cerca de un centenar de futuros residentes. El Ministerio de Sanidad inicie hoy la elección electrónica de plaza.
Este año en Aragón se ofertan un total de 363 puestos (265 para médico interno residente, 82 de ellas de la especialidad de Familiar y Comunitaria). Al sector III de Zaragoza, cuyo hospital de referencia es el Clínico, pertenecen 108 plazas de distintas especialidades y categorías, de las cuales 100 corresponden al sector Zaragoza III y ocho a la unidad docente de atención primaria del sector de Calatayud (seis plazas de Medicina y dos de Enfermería). En el caso de los empleos del sector III, por categoría se reparten así: 19 de Enfermería, cuatro de Farmacia, una de Física, una de Psicología y 67 de Medicina.
El foco está puesto en Medicina Familiar y Comunitaria, por una falta de profesionales que se repite convocatoria tras convocatoria, la propuesta de reorganización de la Atención Continuada que el Salud acaba de poner sobre la mesa y el decreto de fidelización para que los mir que se queden en Aragón una vez terminan su formación. Sin ir más lejos, el año pasado el proceso ordinario de elección de plaza acabó con 15 de médicos de Familia sin cubrir.
Castro y Gracia coinciden en que el entorno de trabajo, el horario laboral, el salario, las vacaciones y el equilibrio entre la proyección profesional y la vida personal pesará, y «mucho», cuando tengan que decidir si se van de facultativos de cabecera al medio rural o a alguno de los más de 40 centros de difícil cobertura existentes en la Comunidad.
«Depende de las condiciones» «Quiero ser un médico de familia, pero para ir a un pueblo, algo que no descarto, dependerá de las condiciones laborales», asegura Castro. Las prácticas en el centro de salud Fuentes Norte despertaron su vocación. «Me gusta la cercanía con el paciente, el seguimiento, es muy gratificante. La presión asistencial es muy elevada, pero espero que se tomen las medidas que están anunciando», opina. Su pareja es un residente de tres años, por lo que su proyecto de vida hoy pasa por quedarse en Aragón. Además, añade, los salarios de otras regiones «tampoco me parecen exageradamente más altos».
A Gracia tampoco le atrae irse a trabajar a otra comunidad. «Si se trata de una cuestión meramente económica antes me iría fuera de España», afirma convencida. Reclama que los incentivos para que los residentes se queden en el territorio se lleven a la práctica. «Nos quedan cuatro años por delante, habrá que ver cómo evoluciona la situación», señala.
La ilusión de estas dos recién graduadas en Medicina de Familia contrasta con el empeño de Claudia (prefiere no dar el apellido) por cambiar a otra especialidad tras un año de residencia. Por eso acudió a la primera sesión dirigida a los interesados en otras especialidades. «Ser médico de Familia está minusvalorado, denostado, no se le tiene respeto», lamenta. Cree que aunque tiene «mucha proyección» no se sabe «vender bien» y no hay «posibilidad de profundizar en las cosas». Por eso se interesaba, quizás, por buscar nuevos horizontes en Oncología o Hematología.
La jornada contó con la presencia del director médico, Diego Rodríguez; el jefe de estudios de Atención Especializada, Jorge Albareda, y el responsable de la Unidad Docente de Atención Primaria del Sector III, Jaime Bona.