Las palomas del Palacio Real
Imagínense vivir una experiencia real, no inmersiva, en el Palacio Real de Madrid. Todo un lujo, ver, como si desde un bodegón de nuestro célebre pintor Meléndez saliesen volando, un par de palomas juguetonas en los pasillos de la segunda planta, planeando ante la atónita mirada de visitantes y la pasmosa tranquilidad del personal, ya acostumbrado. Consultando tal hazaña, la respuesta me llenó de perplejidad: no se puede hacer nada. Mientras los visitantes pagan religiosamente su entrada, pasan un escáner y mil controles, las palomas se ríen de todos campando a sus anchas, recorren la escalera imperial y se apoyan para ver el espectáculo humano en las arcadas y salientes de la segunda planta, encima mismo del acceso a salas históricas que mantienen abiertas sus puertas de par en par. Este cuadro es el que disfruté hace unos días en una visita rocambolesca al lugar, amén de otras vicisitudes. Pero mi asombro llegó al culmen cuando, poniendo de manifiesto el problema al Palacio Real por escrito, no he obtenido contestación alguna. Eso sí, en Palacio existen unas famosísimas cocinas, que no pude visitar por desconocimiento del personal de taquillas, en las que, a la vista de lo sucedido, podría estar la solución a ese par de aves escapado del cuadro. Imagínense volver a utilizar una de esas cazuelitas de cobre o latón relucientes donde depositar a las intrusas para convertirlas en dos modelos inmortalizados por Meléndez. Así se podría poner fin a la pesadilla de los visitantes de ese vuelo rasante sobre sus cabezas. Se trata de preservar la integridad de las personas en un espacio cerrado y de conservar el Patrimonio. Teresa Sanagustín Medina ZARAGOZA
de juego, ser buen ciudadano con verdadera tolerancia… Pero sobre todo hay que vivir unos valores conformes a la naturaleza humana. Para ello hace falta una educación moral, bastante ausente en nuestros días; así, después de tanto tiempo, la democracia no sólo no