Ramadán y Pascua
Me gusta acompañar a la comunidad islámica en su Ramadán, tiempo fuerte dedicado a la reorientación de la vida creyente musulmana. Más allá de prácticas concretas, su sentido profundo lo comprendemos los cristianos cuando nos preparamos en cuaresma a celebrar la Pascua. Tanto el islam como el cristianismo son tradiciones religiosas no alejadas de la realidad al modo gnóstico en el mundo de las ideas, sino inseparables de la historia humana. Pascua y Ramadán, con contenido propio muy diferente, comparten la referencia a nuestra realidad como historia de salvación. Una historia nunca es estática, está en marcha, en camino, necesita ser reorientada desde la escucha de la Palabra. Este año han coincidido los tiempos de Pascua y del Ramadán.
En mis años de profesor de Teología solía pedir a creyentes musulmanes explicar a mis estudiantes cristianos qué dice el islam sobre temas que estábamos estudiando: Dios, los seres humanos, la Tierra, el más allá. Probablemente nadie va a cambiar sus propias creencias, pero puede conocer y entender mejor las de otros, respetar sus actitudes religiosas y estrechar lazos para una convivencia plural. No se busca una discusión intelectual, sino superar prejuicios, llegar a una cercanía humana en un terreno tan resbaladizo como las emociones. También comunidades islámicas me han invitado a exponer el punto de vista cristiano y siempre he sido acogido con hospitalidad.
Todavía hace poco, apenas había otras religiones en nuestro entorno. Hablábamos desde los libros. Hoy compartimos espacio a través de la movilidad de personas y de la globalización de comunicaciones y noticias. Hace tiempo, Hans Küng predijo que iba a ser imposible una paz mundial sin el diálogo interreligioso. No debe entenderse la afirmación solo en negativo, como la necesidad de desactivar toda violencia que apele de manera absurda a Dios. Sino también en positivo, contar con el enorme potencial pacificador de las religiones. Nos es indispensable el ‘Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia en común’, suscrito el 4 de febrero de 2019 por el papa Francisco y el gran imán de AlAzhar.
Lo contrario a las religiones monoteístas no es tanto el ateísmo como la idolatría, crear un mundo lleno de dioses falsos ante cuyo altar se sacrifican vidas. También nos pueden ayudar a sustituir la mirada al mundo desde el poder por otra desde abajo, a compartir la sensibilidad para el cuidado de la Tierra, a ser capaces de emprender procesos de reconciliación más allá de insuficientes ‘alto el fuego’ que terminan perpetuando la violencia.