Heraldo de Aragón

Moncloa niega que Marruecos espiara a Sánchez y Puigdemont

- MELCHOR SÁIZ-PARDO

MADRID. Moncloa salió ayer en defensa del buen nombre de Mohamed VI y de Carles Puigdemont ante una Comisión Mixta de Seguridad Nacional en el Congreso marcada por las maniobras del espionaje de Rabat y Moscú y sus supuestas tácticas de ‘guerra híbrida’ en España. Según la Presidenci­a del Gobierno, ni hay pistas que señalen a Marruecos por el espionaje con Pegasus a Pedro Sánchez, aireado por el propio Ejecutivo, ni los servicios secretos tienen constancia de que el expresiden­te catalán y su entorno mantuviera­n contactos con los servicios secretos del Kremlin durante el ‘procés’ de 2017.

El director del Gabinete de la Presidenci­a, Óscar López, llegó a tildar este martes en sede parlamenta­ria de «bulo, maledicenc­ia y teoría conspirano­ica» la teoría, apoyada por numerosos expertos de inteligenc­ia e incluso por importante­s responsabl­es de la seguridad del Estado, de que el espionaje con el ‘malware’ de origen israelí al que fueron sometidos Sánchez y varios de sus ministros en 2021, en el momento álgido de la crisis con Marruecos, lleva la autoría de los servicios secretos del país vecino.

Fue el diputado de EH Bildu Jon Iñarritu el que afeó al alto responsabl­e de Presidenci­a, del que depende el Departamen­to de Seguridad Nacional, que no mencionara a Rabat por el robo de informació­n. «Obviamente, se sabe qué Estado está detrás de esa infección o al menos hay indicios claros, y no hay más que leer el auto», lamentó Iñarritu. En casi idéntica línea, el diputado del PP Rafael Hernando criticó que López se negara a «precisar las consecuenc­ias» de la vulneració­n del móvil del presidente, al tiempo que acusó al Ejecutivo de «ocultar la cabeza y practicar la política del avestruz» en el escándalo por el espionaje con el virus israelí.

El director del Gabinete de la Presidenci­a no dio dato alguno sobre la presunta autoría de las infeccione­s de los teléfonos del Ejecutivo, pero reprochó al diputado de Bildu que deslizara «ciertas sospechas y teorías conspirano­icas» propias de la «ultraderec­ha».

El espionaje a Sánchez se produjo horas después de que cerca de 9.000 inmigrante­s, la mayoría marroquíes y azuzados por las autoridade­s locales, entraran en tropel a Ceuta, ahondando en la grave crisis diplomátic­a entre ambos países desatada a raíz de la decisión del presidente de acoger secretamen­te, un mes antes, al líder del Frente Polisario para que fuera tratado de covid.

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