Heraldo de Aragón

Y si no... me retiro

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Es una venganza histórica lo que nos ha caído encima. Si hubo un tiempo en el que España mandaba en Flandes y en Brabante, provincias de la Bélgica actual, hoy se gobierna España a medias desde Waterloo, en el Brabante valón. O algo más que a medias. Aunque eso sí, el que envía las órdenes desde allí es un poco flamenco, pero solo de carácter, que de nación es bien español, aunque no le guste. El caso es que el candidato Puigdemont se ha puesto digno y dice que si los catalanes no lo hacen ‘president’ en las elecciones del 12 de mayo dejará la política. O César o nada. No está, quien tanto ha sido, dispuesto a desempeñar cargos subalterno­s o secundario­s como diputadill­o o jefe de la oposición. Con esa ‘amenaza’, pretende quizás atraer votos a su causa convirtien­do los comicios en una especie de plebiscito sobre su persona. Pero el fruto me parece dudoso, pues no da la impresión de que las masas del Principado estén deseando recibir en triunfo al huido para alzarlo al balcón de la plaza de San Jaime. Da por hecho Puigdemont que para cuando se constituya el nuevo Parlamento autonómico –a él le da grima lo de ‘autonómico’, pero es así– ya se habrá beneficiad­o de la amnistía que él mismo se va a conceder, con la inestimabl­e ayuda del Partido Socialista. Y que podrá por tanto regresar a España en completa libertad, impune de sus delitos. Y aunque deje la política, disfrutará unos años del salario y luego de la pensión que las leyes catalanas asignan a quienes han presidido la Generalita­t, además de secretario­s, oficina, coche y chófer. Un buen momio. En fin, lo suyo sería que Puigdemont comparecie­se ante la Justicia a rendir cuentas de sus acciones, pero si no ha de ser así, que se retire en buena hora. Lo que dejará para la historia será aquel episodio bufo del maletero. Una losa más para la barcelones­a plaza de las Glorias.

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