El origen del Enrique Vila-Matas experimental
Ocho entrevistas inventadas
PERIODISMO
Enrique Vila-Matas. Prólogo de Mario Aznar. H&O Editores, febrero 2024. 107 páginas
Que Enrique Vila-Matas iniciara su andadura literaria entremezclando ficción y realidad en el periodismo ya era un lugar común para el público vila-matiano, así como su primera entrevista falsa con Marlon Brando. Pero lo nuevo es que por fin el lector disponga a su alcance de esas pretéritas ocho entrevistas inventadas (que van de los años sesenta a ochenta), reunidas ahora en un solo volumen (por H&O editores, con prólogo de Mario Aznar). En el prólogo, Aznar nos explica algunos de los entresijos de ese Vila-Matas en ciernes, como la «condición facticia» de sus entrevistas, la colaboración con Elisenda Nadal y ‘Fotogramas’, la invención total por diversos motivos (desconocimiento del inglés en el artículo sobre Brando, pelea previa la noche anterior con el bailarín Nuréyev) o incluso la ‘boutade’ de presentarse delante del entrevistado (Castoriadis y Burgess) con la entrevista ya hecha, si bien para realizarlas se había basado en sus textos: un aprendizaje, en fin, de estilo a través del ventrilocuismo literario.
De todas ellas, nos resultan especialmente interesantes las invenciones sobre Brando y Nuréyev. Publicadas en ‘Fotogramas’ en 1968 y 1969, señalan una visión del artista como ente mítico y antimítico, anticipando Vila-Matas ahí su propia futura construcción ambivalente y lúdica de artista en sociedad. Así, este Brando se halla de vuelta de la idea de prestigio y llega a afirmar hiperbólicamente «veinte años quemados en el altar de la vanidad» para defender el activismo social: «es preciso salir a las barricadas». De Nuréyev se dice que «conoce (...) su condición de mito» y se pone en boca del bailarín: «Escogí el camino de la libertad artística. De política no tengo ganas de hablar».
Por otro lado, hay algo en estos textos iniciales también del VilaMatas más vanguardista, de modo que observamos en Brando aspectos sustanciosos como «prefiero sorprenderme a mí mismo», «las palabras son una institución muy absurda. A menudo irritante», mientras que Nuréyev afirma grotescamente admirar España por «los toros, el sol, la sangre sobre el ruedo». Para más inri, 10 años después repetiría la misma jugada con Brando, al publicar en ‘Dezine’ una nueva entrevista sobre él, arguyendo que esta vez se trataba de la entrevista verdadera, por supuesto otra ‘boutade’, firmada una vez más por Mary Holmes, donde aparece un Brando malhumorado y excéntrico que odia «a los hippies».
En cuanto a las entrevistas «modificadas» a cineastas para hacerlas confluir con el propio criterio sobre cine, hecho que provocaría hasta una llamada de Bardem a la redacción, vano será el intento de discernir del todo ambas voces, a saber, ¿dijo Bardem lo siguiente?: «El cine de la “escuela de Barcelona” está políticamente invalidado (...) Barcelona es una ciudad que jamás aceptaría un cine auténte ticamente revolucionario». También ignoramos el porcentaje exacto de palabras propias o del entrevistado en los textos sobre Castoriadis o Burgess. ¿Afirmó Casatoriadis «Un revolucionario no puede poner límites a su deseo de lucidez»? Por último, resulta risible cómo la entrevista inventada con Highsmith es en verdad el reverso de la invención: puesto que recibió una respuesta bastan