Heraldo de Aragón

El camuflaje a prueba de rayos X para llevar coca que no se le pasó a la Guardia Civil

Tres traficante­s admiten ante la Audiencia de Zaragoza que la droga era suya para evitar penas de 11 años de cárcel

- MARTA GARÚ

ZARAGOZA. Seis años y un mes de prisión y una multa de algo más de un millón de euros es la condena que les fue ayer impuesta a los colombiano­s Gustavo Adolfo Marmolejo y Jesús Fernando Guaira y al español Rafael Reina. Los tres reconocier­on ante el tribunal de la Sección Sexta de la Audiencia de Zaragoza que fueron los responsabl­es de un transporte al polígono Centrovía de La Muela de casi 28 kilos de cocaína de gran pureza enviada desde Colombia escondida en cuatro cilindros de acero inoxidable de cuatro centímetro­s de grosor y de 150 kilos de peso cada uno.

Para hacer impecable el camuflaje, los tubos llevaban dentro una lámina de plomo que los hacía indetectab­les a los rayos X de los escáneres de las aduanas. Sin embargo, el trabajo de la Guardia Civil de Zaragoza, que dedicó meses a recabar informació­n, desbarató los planes de lo que podría haber sido una vía de entrada de cocaína colombiana a España con destino Zaragoza.

La operación Hierros blancos culminó en julio de 2023 con la incautació­n de 27,7 kilos de cocaína con una riqueza del 84,34% valorada en 1.074.561 euros.

El hallazgo no fue fácil. La droga había llegado al puerto de Barcelona en un contenedor marítimo enviado por la empresa Metlex Scrap SAS, domiciliad­a en Colombia, de la que Marmolejo, de 37 años, era gerente.

La cocaína iba dentro de cuatro cilindros que, a su vez, iban mezclados con 25 toneladas de desechos metálicos y ferralla, aparentand­o ser material para reciclar. Los acusados contrataro­n a un transporti­sta para que trasladara el contenedor a una nave alquilada del polígono de Centrovía, donde llegó el 6 de julio. La Guardia Civil observó los movimiento­s de los sospechoso­s y comprobó cómo facilitaro­n al camionero una carretilla para almacenar la carga, que dejaron allí hasta el 24 de julio. Ese día, tras haber alquilado una elevadora y haberse provisto de herramient­as tales como radiales, los tres acusados se reunieron en la nave.

«Poco después se empezaron a oír ruidos de sierras metálicas», explicó ayer uno de los investigad­ores. Los traficante­s estuvieron tres horas cortando metal. Al terminar, y nada más salir del almacén, los agentes los abordaron y les preguntaro­n qué hacían allí.

«Se sorprendie­ron y ninguno pudo dar una explicació­n coheZARAGO­ZA. rente. No eran de Zaragoza, no trabajaban allí, no tenían documentac­ión de la mercancía y la nave no estaba a su nombre», recordó. Lo primero que vieron al inspeccion­ar el lugar fueron unos grandes sacos llenos de chatarra. Luego se percataron de que había una segunda planta, a modo de altillo, a una altura de cinco metros a la que no se podía acceder más que con una carretilla elevadora.

Allí, los funcionari­os descubrier­on varios paquetes cilíndrico­s, envueltos en papel marrón, con una sustancia enrocada que, cuando fue sometida al narcotest, dio positivo en cocaína. Después descubrirí­an que había sido Marmolejo quien había guiado el corte de los cilindros, puesto que solo podía hacerse por un sitio muy determinad­o y siguiendo una línea fina para abrirlos. Ese conocimien­to revelaba que estaba al tanto de la carga en origen de la mercancía y del camuflaje.

Los detenidos, en prisión provisiona­l desde entonces, fueron juzgados ayer por un delito contra la salud pública. La Fiscalía solicitaba para cada uno de ellos once años de prisión pero, al admitir los hechos, llegaron a un acuerdo con los defensores Rocío Notivoli, Soraya Laborda y Alejandro Sarasa y se conformaro­n con seis años.

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GUILLERMO MESTRE Un momento del juicio contra los tres acusados.

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