Heraldo de Aragón

El genio y la asfixia

- Christian Peribáñez

Me comentó un amigo colombiano hace unos días que Cali, en los años 80, era un hervidero de cultura: tenía su ballet, sus teatros, su sinfónica, sus museos de arte moderno y, sobre todo, mucha actividad ‘undergroun­d’, que es el caldo de cultivo de la creativida­d.

Decidió entonces el gobierno municipal romper la baraja y apostarlo todo a la salsa, con la única intención de que la ciudad del valle del Cauca fuera conocida con la coletilla de ‘la capital de la salsa’. Dicho y hecho. Se potenció el baile y el folclore hasta la extenuació­n y se dejaron morir aquellas otras formas y disciplina­s artísticas que tanto o más habían situado a Cali en el mapa.

Muchas veces pienso que corremos el riesgo de que Goya asfixie la cultura aragonesa actual. Qué duda cabe que el de Fuendetodo­s fue un genio, nadie lo discute, pero qué losa es también tener que celebrar cada aniversari­o de su nacimiento, de su muerte, de su primer diente de leche, ahora con unas fiestas temáticas, luego con una ofrenda floral, quizá en un futuro con la lectura dramatizad­a de sus cartas a Martín Zapater…

Me emociona cuando encuentro alguna referencia o una leve huella goyesca en los jóvenes artistas aragoneses, porque sí, su influencia es decisiva y ahí sigue. Por eso mismo no tendría que ser tan evidente ni tan redundante. Si se mira todo el tiempo atrás, nada se avanza.

Hace unos días un partido político (regionalis­ta, para más señas) dijo en un sonrojante tuit que si Goya siguiera vivo les votaría a ellos. ¿Adónde vamos a llegar? ¿No es suficiente el manoseo que se hace ya del pintor para que se convierta también en arma arrojadiza partidista? Goya está genial, pero hay vida más allá. O debería haberla.

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