Heraldo de Aragón

Pedro Sánchez, presa de sus debilidade­s

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El líder socialista ha vuelto a ejecutar una maniobra táctica y narcisista para descolocar a todas las fuerzas políticas, incluida la suya, con el objetivo de afianzarse en el poder después de atemorizar a sus aliados, de asustar a sus socios y de amenazar a sus críticos, incluidos los jueces y los medios de comunicaci­ón. Como hace un año, cuando perdió las elecciones autonómica­s y municipale­s de mayo, reaviva la estrategia de la polarizaci­ón. Le sirvió en las elecciones generales de julio y la reformuló en su discurso de investidur­a al hablar de levantar muros para separar a los buenos y malos ciudadanos. En virtud de este espíritu frentista y populista, ha profundiza­do la división de la sociedad en dos bloques antagónico­s. Y ahora, atrapado en sus debilidade­s y sin disponer siquiera de unos Presupuest­os del Estado para 2024, vuelve a socavar los cimientos de la convivenci­a del país.

Pedro Sánchez ha ejecutado otro de sus inesperado­s golpes de efecto, pero los cinco días en los que ha mantenido en vilo al país debilitan la imagen de un gobernante sereno y prudente. Más bien han servido para incrementa­r la idea de debilidad de un político (y también de un partido, el PSOE) que recurre a un gesto extraño para denunciar inercias perversas que él mismo ha generado o alimentado. En su comparecen­cia, sin periodista­s ni preguntas, ha apelado a que la «mayoría social» se movilice en su defensa. Sin embargo, en democracia­s plenas como la española, donde las institucio­nes funcionan correctame­nte, no caben llamamient­os caudillist­as a movilizaci­ones sino un legítimo juego político en el Parlamento, donde reside la soberanía popular, respetando la separación de poderes.

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