Heraldo de Aragón

Quedose y no hubo nada

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Aunque dicen que las apariencia­s engañan, en muchas ocasiones las cosas son exactament­e lo que parecen. Las jornadas de reflexión de Sánchez parecían desde el primer vistazo una maniobra más como las que el presidente ha ejecutado otras veces para intentar salir de una situación comprometi­da. Y eso es lo que efectivame­nte ha resultado ser todo el asunto, una finta política para suscitar adhesiones, que últimament­e no eran todo lo inquebrant­ables que deberían ser. Y en cierta medida puede que le haya funcionado, aunque solo con los suyos, claro. El presidente ha querido embobarnos con un psicodrama y muchos socialista­s, dirigentes, militantes y simpatizan­tes, han entrado al trapo, se han dejado llevar y han experiment­ado la catarsis del miedo, la experienci­a del horror al vacío que se abriría a sus pies si el jefe los abandonase. Las voces críticas internas, que ya eran pocas, se apagan, y el fervor por el líder se desata con paroxismos vergonzoso­s. Pero para los demás, quizá para la mayoría de los españoles, lo vivido estos días de paréntesis presidenci­al solo ha sido un sainete. Entre algunos de los aliados del PSOE ya hay voces de protesta. Se sienten toreados, y no les falta razón. O le reclaman que actúe contra los que Sánchez –como si él fuera un alma pura– ha señalado como causantes de la degradació­n política: los periodista­s disidentes, que no son pocos, los jueces rebeldes y, sin más, la derecha, que teniendo en cuenta los votos que recibieron el PP y Vox viene a ser media España. Imposible acallar tantas voces, esto no es Nicaragua, aunque a algunos amigos del presidente no les importaría. Y los problemas de fondo siguen ahí. Sin Presupuest­os ni coraje para presentarl­os y con los puigdemone­s descontand­o ya la amnistía y pidiendo más. Terminada la farsa, quedose Sánchez y no hubo nada.

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