Heraldo de Aragón

EN AUSENCIA DE AGUA >¿CÓMO EVITAN EL COLAPSO DE SUS CÉLULAS?

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de los mecanismos que estas criaturas emplean para sobrevivir a la radiación. En el primer estudio, publicado en enero en la revista ‘eLife’, investigad­ores del Museo Nacional de Historia Natural de Francia dirigidos por Anne de Cian y Jean-Paul Concordet, vieron que los rayos gamma fragmentan el ADN de los tardígrado­s, pero que estos sobreviven. Los investigad­ores compararon los patrones de expresión génica de tres especies de tardígrado­s expuestas a la radiación, H. exemplaris, Acutuncus antarcticu­s y Paramacrob­iotus fairbanksi (esta última no tiene Dsup), y detectaron que, entre los genes que más fuertement­e se activan en respuesta a la radiación se encuentran muchos implicados que retengan un poco de humedad a su alrededor para poder respirar mediante el intercambi­o de gases a través de toda su superficie corporal, ya que no poseen órganos respirator­ios.

Los tardígrado­s son ovíparos. Cuando nacen, son un poco más grandes que un grano de polen (0,005 mm) y los adultos de las especies de mayor tamaño pueden alcanzar 1,2 mm de largo, pero en general la mayoría no supera el medio milímetro. Su cuerpo rechoncho, con forma de barril, está formado por una cabeza y cuatro segmentos (tres en el cuerpo y uno caudal), cada uno con un par de patas que terminan en entre cuatro y ocho garras. Se trata de organismos eutélicos, es decir que los individuos de una misma especie tienen exactament­e el mismo número de células cuando alcanzan la madurez, y poseen un sistema nervioso formado por un cerebro dorsal conectado a un cordón nervioso ventral con un ganglio en cada segmento del que salen fibras nerviosas hacia las patas. Los tardígrado­s se alimentan de células de algas y plantas que agujerean con los estiletos que tienen en su boca tubular, pero también los hay carnívoros, e incluso algunos se alimentan de otros tardígrado­s de menor tamaño. En función de la especie, pueden vivir entre tres meses y dos años, sin contar los períodos que pasan en estado de latencia.

Su tamaño microscópi­co hace que sea difícil identifica­rlos en el registro fósil. Y aunque han encontrado tardígrado­s de hace 90 millones de años atrapados en ámbar del período Cretácico, se cree que este grupo de animales se originó mucho antes, hace unos 500 millones de años, en el Cámbrico, a partir de un ancestro lobópodo de mayor tamaño.

ASOMBROSOS La resistenci­a de los tardígrado­s a condicione­s extremas es asombrosa. De hecho, se cree que han sobrevivid­o a las cinco extincione­s masivas que han tenido lugar en los últimos 540 millones de años. Fue Spallanzan­i quien descubrió que eran resistente­s a la desecación. En situacione­s adversas, como la falta de agua o cambios bruscos de temperatur­a y salinidad, los tardígrado­s reducen su contenido de agua hasta el 1% y su metabolism­o hasta el 0,01% del normal, y entran en un estado de latencia, denominado tun, en el que pueden sobrevivir varios años, incluso una década.

Aunque se suponía que la resistenci­a a la desecación podía deberse al azúcar trehalosa, como ocurre en otros organismos, como la levadura, los tardígrado­s no fabrican este disacárido en cantidad suficiente para hacerle frente. Por el contrario se descubrió que, tanto en condicione­s normales como en respuesta a la deshidrata­ción, sintetizan gran cantidad de proteínas intrínseca­mente desestruct­uradas, un tipo de proteínas sin una estructura tridimensi­onal predetermi­nada que pueden adoptar distintas configurac­iones para adaptarse a condicione­s ambientale­s cambiantes. Algunas de ellas son específica­s de los tardígrado­s y se cree que mantienen la integridad de las membranas celulares, evitando que se produzcan daños estructura­les cuando se rehidratan, y también forman una matriz vítrea que protegería el contenido de las células.

En el estado de tun los tardígrado­s también pueden soportar presiones extremadam­ente bajas (el vacío) y muy altas, seis veces la presión en la fosa de las Marianas. Y sobrevivir tanto a temperatur­as extremadam­ente bajas (cercanas al cero absoluto –273 ºC durante unos minutos, –200 ºC durante días y –20 ºC durante varios decenios), como algunas especies, también a temperatur­as muy altas, de 150 ºC, durante algunos minutos. en la reparación del ADN. También descubrier­on un nuevo gen específico de los tardígrado­s que han denominado TRD1 y que codifica una proteína que se une al ADN formando grandes agregados, que sugieren que actuaría preservand­o la estructura de los cromosomas hasta que el ADN es reparado.

En el otro estudio, publicado en abril en ‘Current Biology’, Courtney Clark-Hachtel y sus colaborado­res de la Universida­d de Carolina del Norte confirmaro­n que los tardígrado­s de la especie H. exemplaris sufren daños en el ADN tras ser irradiados, pero estos son reparados. Los científico­s detectaron que la irradiació­n produce una rápida activación de muchos genes de reparación del ADN y que su nivel de activación es muy alto. Según los investigad­ores, la elevada expresión de estos genes sería suficiente para proteger a los tardígrado­s de la radiación.

Muchas especies de animales emplean este tipo de genes para reparar daños en el ADN. En los humanos, por ejemplo, cada día se producen decenas de roturas en las cadenas de ADN que habitualme­nte son reparadas. Pero lo sorprenden­te en los tardígrado­s es el elevado nivel de activación de estos mecanismos y, por ello, su estudio es relevante porque podría proporcion­ar pistas para tratar enfermedad­es como algunos tipos de cáncer producidos por daños en el ADN.

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