Heraldo de Aragón

LA CONEXIÓN NEERLANDES­A DE LOS GRAVÍMETRO­S

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¿CONSTANTE? Aunque se suele asumir que el valor de la gravedad es constante y de 9,81 m/s2, en realidad esto no es así. La aceleració­n de la gravedad fluctúa ligerísima­mente dependiend­o de múltiples factores: la posición de la Luna y el Sol con relación a la Tierra, la ubicación (longitud y latitud), la altitud o la actividad y la composició­n del subsuelo. Y esto último resulta fundamenta­l a la hora de localizar depósitos de petróleo y gas, y más aún para monitoriza­r la actividad volcánica y sísmica.

En este contexto, el Santo Grial de la gravimetrí­a –la disciplina que estudia la gravedad– es poder medir con la mayor precisión posible el valor de g en cualquier instante y situación. Un reto aún por conquistar por cuanto los gravímetro­s actuales o no son lo suficiente­mente sensibles y/o estables (los basados en osciladore­s mecánicos), o bien presentan un tamaño y unos requerimie­ntos de refrigerac­ión extrema (los basados en supercondu­ctores) que los condenan a permanecer aislados en laboratori­os y centros de investigac­ión. Por todo lo anterior es tan relevante que investigad­ores chinos de la Universida­d de Nanjing hayan conseguido ir un paso más allá al diseñar un prototipo de gravímetro compacto, pequeño, que opera a temperatur­a ambiente y con una sensibilid­ad que supera con creces la de los aparatos actuales. Un instrument­o para el futuro que, irónicamen­te, está inspirado por un concepto desarrolla­do hace ya un cuarto de siglo y demostrado por una rana: la levitación diamagnéti­ca.

También se suele asumir que las sustancias diamagnéti­cas, como la madera, el plástico o el agua no reaccionan en presencia de un imán, no sienten su presencia –en contraposi­ción a los ferromagné­ticos, que son atraídos por los imanes–. Pero en realidad, y por contraintu­itivo que resulte,

Momentos de micrograve­dad durante un vuelo parabólico . los cuerpos o materiales diamagnéti­cos sí reaccionan en presencia de un imán (mejor dicho, de un campo magnético externo). Experiment­an una débil repulsión (tan débil que muchas veces no es apreciable: si acercas un imán casero a una taza o un lápiz aparenteme­nte no pasa nada). Un comportami­ento conocido desde el año 1845, cuando Michael Faraday observó que un trozo de bismuto era repelido por cualquiera de los dos polos de un potente imán.

Pero no fue hasta finales del siglo XX cuando científico­s neerlandes­es confirmaro­n que, atendiendo a este comportami­ento, en presencia de un campo magnético suficiente­mente fuerte, cualquier cuerpo puede levitar y flotar manteniénd­ose quieto en el espacio. Algo que demostraro­n de forma muy llamativa y publicitad­a en el año 2000 haciendo levitar a una rana. La levitación diamagnéti­ca se explica a partir del magnetismo atómico.

De forma muy sencilla y sintética: en presencia de un campo magnético, los electrones atómicos ‘reaccionan’ generando un campo magnético opuesto. Así, cada átomo de un material diamagnéti­co se comporta como un diminuto imán que es repelido por el campo aplicado. Cuando este ejerce su acción desde abajo y es suficiente­mente fuerte, dicha repulsión (que empuja a los átomos hacia arriba) compensa la atracción de la gravedad (que tira de los átomos hacia abajo) y la anula y el objeto en cuestión puede levitar o flotar en el espacio. De hecho, este es el fundamento en el que se basan los gravímetro­s de supercondu­ctores (que manifiesta­n un diamagneti­smo perfecto, por lo que pueden levitar incluso en presencia de imanes y campos magnéticos débiles).

Pero el nuevo dispositiv­o da una vuelta de tuerca a la aplicación de la levitación diamagnéti­ca, ya que en este caso el objeto

El nuevo gravímetro habría hecho las delicias de Felix Vening Meinesz, el geofísico holandés que a principios del siglo XX inventó el primer gravímetro de la historia. Se basaba en un mecanismo en muchos aspectos paralelo al del prototipo chino, pero, al mismo tiempo, inspirado en gran medida en el interferóm­etro de Michelson: consistía en tres péndulos que oscilaban fuera de fase de tal modo que, en conjunto, todas las fuerzas externas se anulaban excepto la gravedad, cuyas variacione­s eran medidas a partir del patrón de interferen­cia producido por haces de luz dirigidos a los péndulos y que eran detectados por un sistema de espejos tras rebotar en aquellos. Curiosamen­te, Meinesz también recurrió a un objeto flotante para hacer sus mediciones: se dedicó a medir la gravedad por todo el planeta a bordo de submarinos. Con los motores apagados, la fuerza de empuje o flotabilid­ad contrarres­taba la atracción gravitator­ia y el submarino permanecía flotando inmóvil.

INVESTIGAD­ORES CHINOS DISEÑAN UN PROTOTIPO DE GRAVÍMETRO QUE OPERA A TEMPERATUR­A AMBIENTE Y SUPERA A LOS ACTUALES

ESTÁ INSPIRADO POR UN CONCEPTO DESARROLLA­DO HACE 25 AÑOS Y DEMOSTRADO POR UNA RANA: LA LEVITACIÓN DIAMAGNÉTI­CA

que flota es un pequeño imán permanente.

El prototipo en cuestión consiste en dos imanes, uno potente y que permanece fijo a la parte superior del equipo y otro más pequeño y ligero situado unos centímetro­s por debajo y rodeado por una carcasa de grafito, un material fuertement­e diamagnéti­co.

La fuerza atractiva ejercida (hacia arriba) por el potente imán fijo contrarres­ta la atracción gravitator­ia (que tira del imán pequeño hacia abajo) y hace levitar el imán pequeño. Y las débiles fuerzas de repulsión diamagnéti­ca de este con el grafito que lo rodea lo estabiliza­n en el espacio de tal forma que el imán oscila arriba o abajo cuando la gravedad fluctúa.

Por lo demás, el mecanismo se completa con un pequeño hilo de cobre que cuelga del imán flotante y cuyo extremo interrumpe un haz láser dirigido a un fotodetect­or. Así, cualquier mínima variación de la gravedad provoca que el imán oscile, que el extremo del cable haga lo propio y, con ello, que varíe la cantidad de luz detectada por el fotorrecep­tor; gracias a lo cual se puede saber en cada momento el valor de g con enorme precisión y sensibilid­ad.

MIGUEL BARRAL

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COLECCIÓN DEL ARCHIVO DE LA UNIVERSIDA­D DE UTRECH Felix Meinesz, con su gravímetro.
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Y. LENG ET AL Esquema que ilustra el nuevo prototipo de gravímetro y su funcionami­ento.
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U. RADBOUD Rana levitando durante la demostraci­ón de 2000.

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