Historia de Iberia Vieja Monográfico
FELIPE II
A Felipe II se le conoce como un hombre metódico y contenido, con jornadas de trabajo de 8 a 12 horas diarias que nos han dado una imagen de alguien austero y un tanto aburrido. Lo que poca gente sabe es que era un excelente bailarín, tocaba algunos instr
El hijo de Carlos I fue el hombre más poderoso de su tiempo. Marcó el compás de España, de Europa y del mundo desde que su padre abdicara la Corona en él, en 1556, hasta su muerte en el monasterio de El Escorial en 1598. Fue el rey de la Contrarreforma y la víctima de la Leyenda Negra, el genio de Lepanto y la calamidad de la Armada Invencible… Sobre sus hombros, recayó el peso de un imperio sobre el que no se ponía el Sol. Y consagró su vigor a mantener esas fronteras: las guerras contra Francia, el conflicto de los Países Bajos, las cosquillas de los ingleses y, allá a su frente, Estambul, mientras el Nuevo Mundo achicaba día a día al Viejo.
A l principio nada presagiaba que Felipe sería un intelectual, y de hecho parece que en su infancia fue bastante revoltoso. Siguiendo a Geoffrey Parker, a los siete años todavía el príncipe no sabía leer ni escribir y su madre tuvo que soltarle alguna que otra bofetada. Con el emperador siempre ausente recorriendo media Europa en guerras y diplomacia, Felipe sólo vería a su padre unos meses cada 2 o 3 años, por lo que para él sería un gigante, una figura enorme a la que admiraba, pero a la vez alguien muy distante, una imagen que el propio Felipe adoptaría para sí mismo. Sin embargo, tuvo la suerte de que fue su propia madre, la bellísima Isabel de Portugal, la que le educaría personalmente, algo poco común entre los monarcas europeos. Esto le daría un equilibrio emocional y afectivo, un autocontrol sobre sí mismo que lo distinguía enormemente de sus colegas reales, muchos de ellos ogros desmesurados medio psicópatas sin ningún freno moral y dados a solventar sus caprichos de forma inmediata. De hecho, Felipe presentaba un carácter que nos podría recordar bastante, valga el anacronismo, al de un gentleman británico del XIX, un tanto puritano, estirado y elegante, pero recto, justo, deportista y trabajador, por lo que choca bastante que los propios ingleses no lo hayan comprendido y lo hayan denigrado especialmente a través de la leyenda negra por sus enfrentamientos con Isabel de Inglaterra. LA PASIÓN POR LA NATURALEZA Su primer tutor desde 1535, Juan Martínez de Siliceo, fue un gran erudito y luego se convirtió en su confesor personal, pero a juicio del emperador era demasiado blando con él, de modo que en 1541 fue sustituido por varios preceptores que le impartirían latín y griego, matemáticas y arquitectura, y geografía e historia. Aunque el griego le aburría, Felipe destacó y fue un alumno brillante en todas las demás materias. Sus carencias con otros idiomas que no fuera el castellano las suplió con su dominio del latín, y con el tiempo aprendió de forma autodidacta a leer y entender perfectamente el francés, el italiano y el portugués, aunque por no dominarlos del todo no se atreviera a hablarlos. Con la muerte de su madre, el duro Don Juan de Zúñiga pasó a ser su ayo y le convirtió en un auténtico caballero castellano.
Durante su infancia y luego toda su vida, su gran pasión fue la naturaleza. Ya a los tres años, en 1530, Felipe iba todos los días a cazar a los bosques de Aranjuez con una pequeña ballesta. Con el tiempo, el príncipe llegaría a estar seis horas seguidas a caballo para desconsuelo del viejo Zúñiga, y su supuesto temor a los deportes de acción y contacto físico queda desmentido cuando el rey se pasó al uso de la jabalina para abatir personalmente y a corta distancia a los lobos, ciervos e incluso osos. El propio Carlos V prohibió a su hijo que matara más de un cierto número de animales por semana, ya que estaba esquilmando los cotos reales. Por otro lado, su pasión por la caza no debe llevarnos a confusión. Ello no implicaba un desprecio por la naturaleza sino todo lo contrario. En aquella época la caza era un deporte muy corriente, y no contradecía el amor a los animales. De hecho, Felipe también coleccionaba y cuidaba aves vivas, y cuando mudaba de residencia siempre iban con él decenas de jaulas que contenían los pájaros favoritos del príncipe, cuyos cantos le acompañaban siempre. Con todo ello se entiende mejor por qué décadas más tarde Felipe optaría como residencia por El Escorial, un monasterio al pie de las sierras de Madrid, en pleno campo. LO TRASCENDENTE EN EL REY Felipe era profundamente religioso. Sin embargo, el rey nunca fue un pazguato, un hombre apocado ni melindroso, ni era la suya la fe del carbonero, sino que detrás de su sentimiento hacia lo trascendente había un vasto estudio y meditación. No en balde, nuestro monarca era un intelectual con grandes conocimientos de filosofía, simbología, mecánica, ciencias y mitología. Por tanto, su religiosidad estaba impregnada de cultura y era enormemente racional. Sin embargo, como una caricatura, Felipe II
SU ATRACCIÓN POR LO SIMBÓLICO E INCLUSO LO MÁGICO Y SOBRENATURAL EMPEZÓ A MANIFESTARSE HACIA 1540, JUSTO DESPUÉS DE LA MUERTE DE SU MADRE
ha sido denostado en el extranjero por los autores de la leyenda negra como un fanático religioso, o incluso una especie de anticristo al tildársele despectivamente de Demonio del Mediodía.
La hondura y complejidad de su religiosidad se puede apreciar en los gustos del monarca. En primer lugar, su gran obra, el Palacio-Monasterio de El Escorial, diseñado y edificado por Juan de Herrera y Juan Bautista de Toledo era muy novedoso para la época y fue entendido a la perfección por nuestro rey, que probablemente fue el inspirador de su diseño tras haber leído a Vitruvio. La austeridad del edificio y pureza de líneas con una casi total ausencia de los adornos florales tan comunes en el Renacimiento evocaba el sentido de la vida de Felipe, sin duda influido por el neoplatonismo de Marsi- lio Ficino. Sus tejados y torres, rematados por triángulos y circunferencias eran también símbolo de pureza y perfección: el triángulo por representar a Dios y a la Trinidad, y el círculo a la inmortalidad y de nuevo al ser supremo al no tener esta figura geométrica ni comienzo ni fin.
Esta atracción por lo simbólico e incluso lo mágico y sobrenatural empezó a manifestarse hacia 1540, esto es, justo después de la muerte de su madre. Con apenas 13 años Felipe empezó a comprar libros, al principio más o menos normales: la Guerra Judía de Flavio Josefo, la Metamorfosis de Ovidio, y la propia Biblia. Con 15 años ya pasó a la filosofía adquiriendo tres obras del humanista Erasmo de Rotterdam, una de ellas el Elogio de la Locura; a la moral, con las Fábulas de Esopo; o a la ciencia y las artes, con los tratados de Alberto Durero sobre geometría y arquitectura. En 1543 adquirió el Corán; en 1547 la arquitectura de Serlio y Vitrubio; las obras completas de Erasmo; la Inmortalidad
del Alma de Pico della Mirándola y varias obras de Marsilio Ficino. A todas ellas, se añadió el recientísimo y revolucionario De Revolutionibus Orbium Coelestium, de Copérnico, trabajo que se considera la fundación de la astronomía moderna. En ella Copérnico expuso por primera vez la teoría del heliocentrismo, es decir, que el sol era el cuerpo alrededor del cual orbitaban todos los planetas, incluida la tierra. Todo su trabajo además era un canto al poder de la razón y de la libre crítica para desentrañar los misterios de la realidad, prescindiendo de argumentos de autoridad como lo contenido en la Biblia o lo dictado por la Iglesia. Por ello, la obra de Copérnico causó mucha polémica y acabaría en el Índice de Libros
Prohibidos de la Iglesia. Y sin embargo, el paladín de la ortodoxia católica, el supuesto intolerante español y obtuso a la ciencia, Felipe II, tenía entre sus anaqueles a Copérnico desde los 20 años. ¿Cómo se come eso?
EL OCULTISMO
Pero no sólo eso es chocante: en esa misma fecha el príncipe estalló intelectualmente y compró hasta 135 libros en latín y griego. Aparte de Dante y Petrarca, destacan una Historia Natural de Plinio y sobre todo, su primera aproximación a los libros de astrología, magia y alquimia: en De Rebus Metallica, de Georg Bauer, conocido como Agrícola, encontramos el primer tratado técnico de minería y fundición de metales de la historia. En
EL PALADÍN DE LA ORTODOXIA CATÓLICA, EL ESPAÑOL INTOLERANTE Y OBTUSO A LA CIENCIA, FELIPE II, TENÍA A COPÉRNICO ENTRE SUS ANAQUELES DESDE LOS 20 AÑOS
ese trabajo, Agrícola habla de la alquimia, es decir, la transmutación de la piedra o cualquier metal en oro. El autor no rechaza esta práctica, e incluso cita los trabajos de varios alquimistas, pero también advierte de que ninguno de ellos se conoce que haya llegado a rico. Además informa de varios alquimistas que cometieron fraude y considera que estos deberían ser condenados a muerte. Este trabajo debió de picar la curiosidad de Felipe, ya que sabemos que el rey años más tarde contrató a varios alquimistas para la producción de oro y plata mediante aleaciones de plomo y cobre. Sin embargo el rey no era ningún tonto y tenía poca fe en esas prácticas de modo que no invirtió mucho dinero en ellas, apenas entre 1570 y 1574. No obstante, para él probablemente un pequeño esfuerzo valdría la pena por si por un casual se tenía éxito. Y algo de ilusión debería tener en estas prácticas, ya que, siguiendo a Parker, el rey afirmaba: “En verdad que aunque soy incrédulo destas cosas, que désta no lo estoy tanto, aunque no es malo serlo, porque si no saliese no se sintiese tanto”.
Otro trabajo interesante adquirido por el príncipe era De Arte Cabalistica, de Reuchlin, sacerdote católico alemán que, paradójicamente, dominaba el hebreo y la cultura judía, y cuya obra, aparte de explicar la cábala y el contenido simbólico de los textos de la Biblia, incluía técnicas de magia para invocar a los ángeles. Para ello se usarían las palabras hebreas que el propio Yaveh usó para comunicarse con los hombres, y los propios nombres sagrados de Dios, prácticas que, curiosamente, tiene mucho que ver con el pensamiento platónico de Ficino, ya co- nocido por el príncipe años antes. Desconocemos la influencia práctica del tratado en la mente de Felipe, pero debió de ser considerable debido a que años más tarde el bibliotecario a cargo de la inmensa colección de libros de Felipe II en El Escorial, la mayor del mundo en aquella
SE DICE QUE DE JUAN DE HERRERA Y DEL PROPIO MONARCA SURGIÓ LA IDEA DE RECONSTRUIR EN ESPAÑA EL MÍTICO TEMPLO MÁGICO DEL REY SALOMÓN
época, era precisamente otro hebraísta y conocedor de la Cábala, el biólogo y humanista Benito Arias Montano. Otro tratado de magia que estuvo en poder del rey fue el Picatrix, obra medieval del siglo XIII escrita por el árabe Maslama al Mayriti y que trataba de los talismanes y otros objetos mágicos. EL REY, LAS ARTES Y LAS CIENCIAS Finalmente, uno de los arquitectos de El Escorial, Juan de Herrera, tenía también conocimientos de astrología y magia, y de su mano salió el esbozo que luego pintaría Tibaldi. También se dice que de él y del propio monarca surgió la idea de reconstruir en España el mítico templo mágico del rey Salomón, con cuya sabiduría y religiosidad se sentía identificado Felipe II. Sin embargo, Henry Kamen rechaza esta hipótesis ya que no existen estas referencias al rey judío que sean contemporáneas a la construcción del palacio-monasterio, sino que aparecen más tarde, y sobre a partir de su muerte. En todo caso, la conexión de Felipe con la cábala, la magia y la astrología, sus arquitectos y bibliotecarios magos y judaizantes, y su pasión por el onírico y simbólico El Bosco son desconcertantes.
De hecho, el palacio-monasterio de El Escorial nos muestra otra de las pasiones de Felipe II: el coleccionismo de obras de arte, medallas, libros, plantas
DEBEMOS DESTACAR TAMBIÉN SU AFICIÓN A LOS JUGUETES E INGENIOS MECÁNICOS, COMO LOS CONSTRUIDOS POR SU RELOJERO JUANELO TURRIANO
y medicinas. Respecto a estas últimas el monarca creó un laboratorio en El Escorial para la producción de agua de rosas, perfumes, drogas y todo tipo de infusiones medicinales para el boticario real. Respecto a las plantas ordenó crear y diseñó personalmente jardines flamencos en la Casa de Campo, El Pardo, Valsáin, Aranjuez y el propio Escorial. En este último logró que en todos los macizos hubiera flores todos los días del año a pesar de las estaciones. Organizó zoos en Aranjuez y la Casa de Campo, y se dice que escribió un tratado, la Orden
de Criaturas, sobre las diversas especies de la naturaleza. Organizó jardines botánicos trayendo más de 800 especies desconocidas de América a Europa para su clasificación. Fundó la Academia de Matemáticas, encargó mapas y el cartografiado de todos los pueblos, ciudades, ríos y montañas de España para mejorar la administración de sus súbditos. Por otro lado, su biblioteca llegó a tener 14.000 volúmenes y fue concebida, a diferencia de otras bibliotecas contemporáneas que eran meros museos, para que cualquier erudito pudiera consultarla en trabajos de investigación, y preveía que además estudiaran en ella anualmente 54 investigadores, aunque los monjes Jerónimos no llegaron a desarrollar este proyecto del rey. EL REY JUEGA Con los años, el fallecimiento de varios de sus hijos y esposas y los fracasos po- líticos hicieron que esta tendencia hacia la gravedad fuera acentuándose hasta al extremo de que al final de sus días sólo reaccionaba si se le decía que alguien estaba tocando sus más de 7.500 reliquias. Sin embargo, Felipe no fue un monje ni un hombre distante, o incluso misántropo. No se debe confundir su pose como monarca con su vida privada. Durante el viaje que hizo a Flandes, en 1549, el príncipe trasnochaba, bailaba y galanteaba con las damas. Por otro lado, pocos años antes participaba en torneos completamente equipado en su armadura, aunque en unos de ellos salió malparado de ambas piernas.
Muy interesante y reveladora sobre su auténtica personalidad es su pasión por el Bosco. Con él tenía un sentimiento genuino de diversión ante las ocurrencias del artista, que muchos autores han pasado por alto. Por ejemplo, Felipe hablaba a sus hijas de El Bosco, como si lo que pintara le pareciera algo divertido y comprensible por los niños. A Isabel Clara Eugenia y a Catalina Micaela en 1582 les narraba por carta unas procesiones en Portugal en las que había “unos diablos que parecían a las pinturas de Jerónimo Bosco” y en otra decía que “vuestro hermano (el futuro Felipe III de 4 años) no tenga miedo (…) de los diablos de la procesión, porque venían buenos y víanse de lexos y más parecían cosas de Jerónimo Bosco que no diablos”. Por otro lado, al rey le gustaba visitar con sus hijitos sus jardines, sus zoos o incluso organizó eventos de patinaje con ellos.
Debemos destacar también su afición a los juguetes e ingenios mecánicos, como los construidos por su relojero Juanelo Turriano, que casan muy bien con su atracción por las creaciones imposibles de El Bosco como los peces con armadura, los zapatos-barco, las orejas con cuchillo o los torsos huecos con brazos formados por troncos de árboles. También en estas obras podía verse a papas y emperadores dirigiéndose hacia un montón de heno, que representa la codicia, en una especie de mensaje burlón y herético ¿Dónde está el rey fanático e iconoclasta? O en el Jardín de las Delicias, donde se aprecian decenas de figuras desnudas en actitudes lascivas, como la imagen en la que se observa cómo unas flores salen o son introducidas en el ano de una persona. Sin duda Felipe II no era tan intolerante como algunos autores pintan, y probablemente era un hombre de mundo, incluso bastante avanzando para su época…