Historia de Iberia Vieja

UNA ESPÍA POCO CONVENCION­AL

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Caridad del Río nació en Cuba en 1892, en el seno de una acomodada familia de la burguesía isleña, aunque tras el desastre del 98 la familia regresó a España y se estableció en Cataluña. Allí Caridad abrazó durante un tiempo la senda del misticismo, llegando a ordenarse como novicia en un convento, aunque no tardó en abandonar los hábitos. No en vano, y como se vería más tarde, era una mujer de acción, más que de oraciones. Poco después, en 1911, Caridad se casó con Pau Mercader, otro joven de la burguesía catalana y devoto católico, con quien tendría cinco hijos: Jorge, Ramón, Pablo, Luis y Montserrat. La relación nunca funcionó bien, pero en 1925 Caridad decidió coger a sus hijos y se marchó a Francia. Allí conoció a un piloto francés, miembro del partido comunista, y la española no tardó en hacer suyos aquellos ideales. Comenzaba así una meteórica carrera que la llevaría a ocupar puestos destacados en partidos de izquierdas, a los frentes de la Guerra Civil y, por último, a formar parte del espionaje soviético. No hay duda de que fue ella quien guió a su hijo Ramón por el mismo camino, llevándolo casi de la mano hasta la casa de Coyoacán en la que acabaría matando al “traidor” Trotsky. No en vano, todo parece indicar que Eitingon y ella estaban aquella tarde de agosto apostados en un coche, en el exterior de la vivienda del revolucion­ario ruso, esperando a que Mercader hijo acabara su siniestra misión para salir juntos de allí. Las cosas no salieron como estaban planeadas, y Caridad tuvo que dejar allí a su hijo, al menos al principio. Con el tiempo se trasladó a México temporalme­nte para ayudar en lo posible a “Jacques Mornard” mientras seguía en prisión. En todos aquellos años, y a pesar de los cambios de poder que se sucedieron en la Unión Soviética, Caridad nunca dejó de ejercer como espía. Incluso casi hasta sus últimos días se dejó ver como recepcioni­sta en la embajada de Cuba en París cumpliendo, con certeza, órdenes llegadas desde Moscú. María Caridad del Río falleció en 1975, apenas tres años antes de que lo hiciera su hijo Ramón. Fue enterrada con discreción –aunque con la presencia de diplomátic­os rusos–, en un pequeño cementerio parisino, donde sus restos descansan sin que los visitantes que pasan junto a su lápida puedan intuir que allí se encuentra quien en su momento fue una auténtica espía del NKVD y el KGB.

Su ingenua enamorada fue quien le abrió, sin saberlo, las puertas a la casa de Trotsky, que Mercader

Mercader visitó a finales de marzo de 1940

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