LA LLEGADA DE LA PESTE NEGRA
La desnutrición en la que vivían los españoles del siglo XIV favoreció que la enfermedad no encontrase
resistencia en unos cuerpos escuálidos y sin defensas
dad, por lo que las referencias a la peste no significaban siempre peste bubónica en sentido estricto”. De hecho, la palabra peste se aplicaba con mucha frecuencia para referirse a epidemias de gripe, viruela, cólera… Es por ello, que lo más exacto sea hablar de “peste negra”, “muerte negra” o “la gran mortandad”, los términos precisos con los que se denominó al mal del que nos estamos ocupando. Aunque no se haya encontrado una vinculación entre hambruna y peste, parece lógico señalar que la desnutrición en la que vivían los españoles del siglo XIV favoreció que la enfermedad no encontrase resistencia en unos cuerpos escuálidos y con las defensas bajo mínimos. Basta mirar la dieta de la época para comprender que cualquier enfermedad suponía un serio peligro para la vida de quien la padeciese. Y es que la gran mayoría de la población comía una vez al día, y casi siempre al caer la tarde. Como desayuno, apenas un tentempié y algo que no les permitiese desfallecer a media mañana.
La base de la alimentación era el pan y no siempre de buena calidad. A veces se acompañaba con potajes de cebada a medio moler y un poco de tocino y, en ocasiones, incluso podían disfrutar de un plato de lentejas, en aquellos años relegadas a las clases más humildes. La verdura cerraba el círculo alimenticio de los trabajadores, quedando la carne reservada para los nobles, eclesiásticos y ricos comerciantes.
Por esta dependencia de la tierra, bastaba una mala cosecha o un pedrisco para que una población entera quedase abocada al hambre y a la muerte. Y eso fue lo que sucedió en los años previos a la epidemia de peste negra. Mallorca padecía el hambre desde 1331 y en Valencia se presentó entre 1333 y 1334, con tal fuerza, que 1347 sería recordado como el de la gran fam (la gran hambre). En Castilla los continuos pedriscos malograron varias cosechas seguidas, señalándose en las Cortes de Burgos que “fue muy grant mortandat en los ganados, e otrosí la simiença muy tardía por el muy gran temporal que ha fecho de muy grandes nieves e de grandes yelos”. La peste tenía un caldo de cultivo ideal para aumentar su poder destructivo.
Los primeros apestados surgieron en el antiguo Reino de Mallorca, seguramente por su continuo contacto comercial vía marítima con mercaderes italianos y genoveses. Allí penetró en la primavera de 1348. Parece ser que las primeras víctimas computadas fueron las de Alcudia, pero enseguida la enfermedad saltó a las poblaciones limítrofes, alcanzando todas las islas en apenas dos meses.