LA MEMORIA DE LAS CIUDADES
Las ciudades no se reducen a los monumentos o a las escenas de postal que animan su cuerpo. Son también la memoria de sus habitantes, que, cuando despierta, nos concilia con nuestras raíces. Porque la belleza resulta insuficiente si no somos capaces de infiltrarnos en los sueños de los hombres que la hicieron posible: las piedras, por sí solas, no bastan, ni tampoco los museos hechos a golpe de saqueo o talonario (que, por otra parte, son la mayoría).
A lo largo del mes de febrero, se han sucedido las noticias relacionadas con el mundo del arte, pero quizá la más epatante fuera la compra de un cuadro de Cézanne, Los jugadores de cartas, por la familia real de Qatar, que ha desembolsado alrededor de 250 millones de dólares por el lienzo, uno de los cinco de la serie que el francés realizó entre 1890 y 1895 (los otros cuatro se encuentran en distintos museos y fundaciones de París, Nueva York, Londres y Pennsylvania). Hasta ahora, Picasso ostentaba el récord en el circo de las subastas, con una obra que en 2010 alcanzó la cifra de 106,5 millones de dólares.
Los herederos del magnate Yorgos Embiricos, anterior propietario del Cézanne y fallecido en el año 2011, han hecho el negocio de su vida, aunque suponemos que no ha sido fácil desprenderse de una obra como esa: hay cosas que no tienen precio. unas semanas, visitamos esa ciudad siguiendo sus huellas. La casa en la que falleció es hoy sede del Instituto Cervantes, y muy cerca se encuentra la iglesia de Nôtre Dame, donde se celebró su funeral y en cuyo exterior se alza una estatua del pintor. La memoria del primer hijo de Fuendetodos da sentido, pues, a la ciudad de los vinos.